Por James Fuentes

Es vallecaucano de nacimiento y fervoroso de la cultura cafetera. Julio César llegó a los Estados Unidos hace 23 años con una maleta llena de ilusiones en búsqueda del sueño americano.

Su timidez la contrarresta con la disciplina que se impone a diario: tener la flota de Yipaos (vehículos de la marca Jeep Willys-«Jeepao») más grande en Estados Unidos.

Nació en Bolívar, al norte del Valle del Cauca –donde las mujeres son románticas y los hombres aguerridos– y desde niño sintió cariño por los yipaos. Su padre tenía una panadería y en estos vehículos salía a vender el producto a las veredas, corregimientos y otros municipios de la región en compañía de Julio César y su hermano. Julio recuerda   que ese vehículo no estaba adornado con los accesorios tradicionales que tienen los Yipaos, por el contrario, su decoración se caracterizaba por las cantidades de canastas de pan que vendíamos en los recorridos’.

Como buen yipero, a la hora de hacer el mantenimiento como cambio y nivel del aceite, bujías, llantas, frenos, alineación, balanceo, agua para el radiador y demás quehaceres, Julio le pedía a su padre que le permitiera realizar esas labores. Su amor y devoción es tal por estos vehículos, que una vez llegó en la noche su papá y Julio César no aparecía. Su familia estaba angustiada, esperando al susodicho y rogando al Todopoderoso que no le hubiese pasado nada. A las tres de la madrugada su papá alcanzó a escuchar varios ruidos en el garaje de la casa, con un bate de béisbol en mano, salió en busca del ruido. Sigilosamente se asomó a la cochera y al abrir la puerta del Yipao ¡Ah sorpresa! Era Julio que roncaba sin cesar, se había dormido dentro del Jeep Willys.

Al llegar a los 20 años, Julio tuvo la oportunidad de ir a Londres y Estados Unidos, su decisión fue Estados Unidos, allí llegó con la meta de crear la flota más grande en este país de Yipaos, y de dar a conocer la cultura del Eje Cafetero y de Colombia. 

Desde entonces, es común ver sus vehículos en desfiles por las calles de; Washington, New York, Atlanta, Boston, Los Ángeles entre otras ciudades de ese país, donde hay un evento o fiesta patria allí están los Yipaos de Julio; Fiesta de la independencia, Flower Festival, llegada del El ARC (El Buque Escuela ARC Gloria), y otros certámenes colombianos y de otras culturas.

Ha sido tal el atractivo que generan estos vehículos cafeteros en la gente de todas las nacionalidades; orientales, latinos, europeos, estadounidenses que quieren la foto con uno de los Yipaos, por esto Julio creo su propia marca de café Colsaroma  para vender este producto en los Yipaos y de esta forma dar a conocer el sabor de uno de los mejores cafés del mundo, el café colombiano. 

Hablamos con Julio César León, aquí nos cuenta como ha sido la aventura de diseñar Yipaos en Estados Unidos.

¿En qué eventos han desfilado sus Yipaos?

–Hemos participado en el Festival de las Flores en New York, en el desfile de las Naciones Unidas y en la caravana también de la fiesta de Washington. Hemos sido invitados en dos oportunidades por la señora Cónsul de Colombia, la doctora Érika Salamanca a Washington. Participamos en la celebración del 4 de julio en las paradas o desfiles de Fitchburg y Pepperell en Massachusetts, en las fiestas del 20 de Julio en Lowell Massachusetts y el año pasado se cancelaron todos los eventos por el COVID-19.

–¿Cómo equipa los carros, de dónde trae los accesorios?, ¿dónde compra los carros?

–Casi todos los accesorios los traigo de Colombia, se compran en Armenia, Calarcá, Sevilla y Caicedonia, lugares donde han hecho los yipaos, porque ellos originalmente no los traen, son inventados allá. Las partes como la latonería y el varillaje me las hacen en un taller de Caicedonia de don Jairo Ovalle y las carpas las fabrica Hernando Astudillo en Calarcá.

“El primero que compré hace 14 años, supuestamente sería el primero en arreglar. Casi ni lo he tocado hasta ahora. Cuando me lo trajeron en una grúa no lo bajaron, lo tiraron, una llanta delantera y una trasera de cada lado desinfladas y aplastadas, así que no daba forma. Le tomé una foto y la publiqué en Facebook diciendo “aquí comienza la historia” un primo me pregunto ‘¿cuál historia?’ Y la hija mayor preguntó: ‘¿qué vas hacer con ese yonque, estás loco?’. No les respondí.

El Yipao rojo, lo compré en Maine. Viajé casi a la frontera con Canadá, como a cinco horas de camino, yo lo negocié por una plata. Como buen colombiano pedí rebaja, y no me la dieron. Ahí rogué para no perder el viaje, me vacíe los bolsillos y me los saqué al revés le mostré la billetera y claro con mi inglés que es bien machetiao hasta que, por fin, el dueño cedió y pa’ completar le dije: ahora me tiene que dar para los peajes porque no tengo y me dio $20 dólares.  Llegué como a las 2 de la mañana a casa.

El Yipao azul, me pegó mucho. Cuando ya lo negocié también con la rebaja que no se pierda la tradición colombiana, salió el hijo del dueño y cuando se dio cuenta que vendieron el jeep se puso a llorar. El niño tenía como de 8 años y resulta que el papá salía mucho con el niño en el Jeep y le dio mucha tristeza, entonces, lo que hice fue traer un Yipao de artesanía que llevaba y era azul como el jeep que el papá me estaba vendiendo, y se lo regalé. Le vi la cara de alegría, el niño miraba el Yipaito en artesanía y miraba el Jeep. Quedó feliz.

Con el Yipao verde fue decepcionante. Lo compré en New Jersey y lo había visto como a todos: en fotos. Cuando llegué allá no sabía si comprarlo o traerme todo ese poco de latas podridas, mohosas, y me dije, bueno, a esto vinimos y en esto estamos, así que móntemelo y vámonos. Al fin y al cabo, me decían que estaba loco.

–¿Qué anécdotas tiene con los Yipaos?

–En el aeropuerto de Miami, en una de las veces que he viajado con los chécheres que traigo de Colombia. Venía con cuatro maletas de mano y un morral, me paró un oficial de aduana y me preguntó ‘¿de dónde vienes?’ Y claro, cuando dije Colombia, se le abrieron los ojos y dijo ‘¿viene solo?’ Yo le dije, sí. Fue peor. Miró las maletas y con cierta intención me preguntó ‘¿qué llevas ahí?’ y empecé a abrir la maleta que iba encima del carrito, le mostré la bacinilla o ‘pato’ que llamamos nosotros en Colombia. Fue lo primero que salió de la maleta, y me dice ‘¿y eso para qué es?’, y empecé a contarle del proyecto Colsaroma y entonces me dice ‘vete estás loco’ y me fui.

–¿Qué reacción tiene la gente cuando ve los carros desfilar?

–En cada salida o desfile siempre sale mucha gente a ver los Yipaos, Hay gente que se sorprende con todos los adornos y accesorios, que la bacinilla, que los costales, que los chécheres, Hay gente que llora o ríen, me dicen ‘déjese abrazar para sentir algo de mi patria’, y continúan diciendo ‘usted es parte de ella con lo que nos trae en ese Yipao’. A mis estos carros no me ha dado un pago económico, pero el pago emocional ha sido muy grande y eso se siente muy bien, me da mucha emoción poder mostrarle algo a mucha gente que por una u otra manera no pueden o nunca volvieron a Colombia. Son muchos sentimientos encontrados.

–¿En qué desfile que no sea de la colonia colombiana le gustaría estar?

–Entre mis sueños locos me gustaría estar con los Yipaos en el desfile de Macy’s, en el desfile de las rosas de Pasadena California, creo que sería lo máximo para mostrar la cultura cafetera de Colombia, y claro, lo mejor sería llevarlos y parquearlos frente de la Casa Blanca.

–Hemos visto las acrobacias y malabares que hacen algunos encima de los Yipaos en las fiestas del café en Armenia, ha pensado hacer lo mismo en EE.UU.

–Creo que es parte fundamental para completar todas las categorías del Yipao; el de   trasteo lo tengo, carga de café la tengo, carga agrícola la tengo.

El pique y el pique acrobático nos falta, pero, pienso en el monicongo de Caicedonia, la loba de Armenia, el guapa y el Caremango de Calarcá y si el Creador lo permite, haremos algo más adelante para que la locura se complete, además por lo menos, ya el monicongo me dio la vuelta en un pique en Caicedonia.

–¿Cuántos Yipaos conforman su flota?

–Por ahora ya tenemos registrados uno, dos, y tres, seguimos con el cuatro y cinco.  Por ahora tengo seis y medio, digo medio, porque ese pobre sí que se ve mal, necesita mucho ojo trabajo, pero de que sale, sale. Mi meta por son 12.

–¿Qué pasó con el evento del buque Gloria?

–El evento de poner los yipaos frente del Buque insignia ARC GLORIA, el cual llegaría al muelle de Baltimore y que nos habían dado el honor de invitarnos, lo cancelaron para evitar que fuera utilizado para alguna manifestación de las que han hecho en Colombia.

–¿Qué extraña de la comida típica de Bolívar?

— Gracias al Creador este país me ha dado mucho y es tanto que tengo a mi familia y claro, tengo mi comida favorita:  los frijolitos y el sancocho de gallina.  Mi hija mayor le ha gustado la cocina y prepara una bandeja paisa deliciosa, unas hamburguesas y hot dog colombiano, como pa’ no dejar nada; arepas, chunchurria, mondongo.  Bueno, mejor dicho, con todo eso ‘el que pida más que le piquen caña’ y no poquita.  Después de eso Cartagena, Santa marta, Medellín, Bogotá, Cali y claro el sentir de su gente, porque aquí eso sí que es diferente.

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