Por Hernán Alejandro Olano García.

En el contexto del XI Congreso Internacional de Bioética, centrado en la fragilidad humana y sus implicaciones éticas para la paz, abordé la intersección entre bioética, bioderecho internacional y tecnologías disruptivas como la inteligencia artificial (IA) y la biotecnología. Este artículo explora cómo estas disciplinas pueden guiar el uso de tales tecnologías para maximizar beneficios globales mientras se preservan principios fundamentales como la justicia, la libertad y la dignidad humana.

El desarrollo tecnológico ha transformado profundamente el panorama global, especialmente tras la pandemia del COVID-19. La biotecnología ha permitido avances como la terapia génica y nuevos tratamientos médicos, pero también plantea riesgos, incluyendo el uso de armas biológicas. Por su parte, la IA tiene aplicaciones prometedoras en automatización y toma de decisiones, pero también podría facilitar la vigilancia masiva, violando libertades individuales.

Ante este escenario, surge un dilema ético: ¿Cómo pueden la bioética y el bioderecho garantizar que estas tecnologías se utilicen éticamente, evitando amenazas como el bioterrorismo y promoviendo una paz duradera? Para abordar esta cuestión, se destacan cuatro áreas clave.

Bioética y Supervivencia Humana ante la Guerra Biotecnológica

La biotecnología ofrece herramientas para intervenir en la genética humana, pero también puede utilizarse con fines bélicos, como demuestra la edición genética. La creación de armas biológicas plantea riesgos devastadores para la humanidad.

La bioética, guiada por principios como la no maleficencia y la justicia, demanda un uso responsable de estos avances. Además, es esencial un marco regulatorio internacional que supervise la investigación biotecnológica y fomente el desarme biológico. Instrumentos como la Convención sobre Armas Biológicas, vigente en Colombia desde 1983, ofrecen un punto de partida.

Desde la Doctrina Social de la Iglesia (en adelante DSI), se subraya la sacralidad de la vida humana y la necesidad de un compromiso ético en el desarrollo tecnológico. Encíclicas como Laudato Si’ instan a priorizar el bien común y la justicia, rechazando cualquier uso destructivo de la ciencia.

Bioética, Derechos Humanos y Cultura de Paz

Los conflictos armados vulneran derechos humanos fundamentales. En este contexto, la bioética puede facilitar la reconciliación y la reparación en escenarios de posconflicto. Tecnologías como la IA y la biotecnología pueden apoyar la identificación de víctimas y la rendición de cuentas, pero también representan riesgos de discriminación si no se usan éticamente.

La construcción de una cultura de paz requiere promover la justicia social y el respeto a la dignidad humana. La DSI propone principios como la subsidiariedad y la participación comunitaria, destacando el papel de las comunidades locales en la resolución pacífica de conflictos. Además, enfatiza la importancia de la memoria histórica y la verdad en los procesos de reconciliación.

Violencia Política y Poblaciones Vulnerables

La violencia política afecta desproporcionadamente a mujeres, niños y minorías. La IA y la biotecnología, si no se regulan adecuadamente, pueden perpetuar estas desigualdades. Por ejemplo, las tecnologías de vigilancia masiva podrían ser usadas por regímenes autoritarios para reprimir disidentes.

La bioética debe priorizar la protección de los derechos de los más vulnerables mediante principios como la equidad y la no maleficencia. Esto incluye garantizar que las innovaciones tecnológicas no perpetúen opresión ni discriminación, promoviendo en su lugar la justicia restaurativa.

La DSI insiste en que el progreso científico debe alinearse con la dignidad humana y el bien común. Esto requiere marcos legales que aseguren un uso ético de las tecnologías avanzadas, evitando su explotación con fines violentos.

Desafíos del Bioderecho y del Derecho Internacional

El bioderecho, como rama emergente, regula las implicaciones legales de las tecnologías biológicas. Sin embargo, las normativas internacionales actuales carecen de la solidez necesaria para abordar los dilemas éticos de estas innovaciones.

Es crucial armonizar el bioderecho con el derecho internacional para proteger la vida, la justicia y la paz. Esto incluye la creación de marcos normativos que regulen el uso de la IA y la biotecnología, asegurando su contribución a un futuro justo y pacífico. Además, se requiere una cooperación global para prevenir violaciones a los derechos humanos y garantizar la rendición de cuentas por crímenes de guerra.

La DSI y el magisterio pontificio ofrecen un marco ético que enfatiza la solidaridad global y la protección de los vulnerables. En encíclicas como Fratelli Tutti, se aboga por un desarrollo tecnológico que priorice la justicia y la paz, rechazando cualquier aplicación que amenace la dignidad humana.

Así, para concluir, la bioética y el bioderecho internacional son esenciales para enfrentar los retos de las tecnologías disruptivas. Estas disciplinas deben garantizar que la IA y la biotecnología se utilicen de manera ética, maximizando sus beneficios para la humanidad y el medio ambiente.

A través de marcos regulatorios robustos y una cooperación global, es posible prevenir amenazas como el bioterrorismo y fomentar una cultura de paz. La DSI y el magisterio pontificio ofrecen principios éticos fundamentales para guiar este proceso, subrayando la dignidad humana, la justicia y el bien común.

En definitiva, la regulación ética de las tecnologías disruptivas es un imperativo para construir un futuro sostenible, donde el progreso científico esté al servicio de la humanidad y no de su destrucción.

También puede leer: