La psicología ha analizado estos aspectos, especialmente en el caso de las personas que tienden a mirar hacia el suelo.
La psicología y la neurociencia del comportamiento han estudiado aspectos que a nosotros nos podrían parecer triviales y sin importancia. Resulta muchas veces que la tienen, y mucho. Por ejemplo, la mirada y la postura.

La neurocientífica Nazareth Castellanos, por ejemplo, es una de las principales defensoras de la importancia de la postura. Asegura que con ella decimos al cerebro cómo nos encontramos y que corregir la postura puede ser un complemento de la terapia para mejorar nuestro bienestar emocional.
Una de las posturas que más se relaciona con la tristeza y el desánimo es caminar mirando hacia el suelo. Lo cierto es que este gesto es muy común y no siempre es señal de decaimiento. Veámoslo.
LOS TRES RASGOS PARA CAMINAR CABIZBAJO
Caminar con la cabeza y la mirada dirigidas al suelo no es una “manía”. Según los psicólogos, suele ser un patrón bastante estable de un estado de ánimo. La literatura científica habla específicamente de tres rasgos que pueden relacionarse con este patrón corporal en el día a día:
• Estado de ánimo bajo. El caminar cabizbajo es señal de marcha depresiva. Suele ser un paso lento, hombros caídos y menor balanceo de brazos. Las personas con depresión son dadas a caminar encorvadas y lentamente.
“Cuando miras hacia abajo accedes más fácilmente a tus pensamientos derrotistas”, confirmaba en un estudio el profesor Erik Peper, de la Universidad de San Francisco.
• Evitas hiperestimulación. Mirar hacia abajo puede ser una manera de evitar estímulo sociales. Las personas hipersensibles, con un cerebro que actúa como esponja ante todo lo que les rodea pueden necesitar mirar hacia abajo para no sobrecargarse de información.
Normalmente nuestro cerebro hace ese cribado. Se focaliza solo en algunas cosas. Somos incapaces de recordar la cara de todos las personas con las que nos hemos cruzado. En casos de personas hipersensibles falla este filtro.
• Autoprotección social. Personas muy vergonzosas o con sentimientos de culpa reaccionan con este tipo de gesto. Hay culturas, como la japonesa, donde se prioriza este tipo de forma de caminar, considerada de buena educación. Se ha relacionado con un tipo de sumisión social.
OTROS MOTIVOS POR LOS QUE MIRAMOS AL SUELO
Por descontado, no podemos generalizar. No todo el que camine cabizbajo va a entrar en uno de los tres rasgos. Hay un contexto cultural y social que es muy importante y que también influye.
Lo contrario, mirar fijamente a los otros, se puede considerar una señal de desafío. Por lo que cualquier persona pacífica en un ambiente desconocido optará antes por desviar la mirada hacia abajo antes de querer confortar. Y eso no significa necesariamente ni sumisión ni desánimo.
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Estamos ahora en la era del móvil. Mirarlo induce a ir con la cabeza cabizbaja, una postura que se nos puede quedar (de hecho, a muchos jóvenes se les queda) cuando seguimos caminando sin la pantalla delante.
Otras veces es una forma de concentración. Para centrarnos en nuestros pensamientos, es útil buscar un paisaje monótono como es el suelo. Por eso a los grandes pensadores se les retrata cabizbajos.
Por último, está el caso de las personas mayores. Años de males posturas hacen que la columna se resienta y tengamos una mala postura natural, encorvada y cabizbaja. Se acaba convirtiendo en un hábito postural que también tenemos al andar.
¿ES RECOMENDABLE ALZAR LA MIRADA?
Con toda esta información, la pregunta obvia es si están haciendo mal aquellos que van cabizbajos por la vida. Según la mayoría de los psicólogos consultados la respuesta es que sí.
Puede que resulte un gesto inevitable ante un trastorno mental que debe ser diagnosticado y tratado. Pero si no es tu caso, caminar cabizbajo por costumbre, si no estás enfrascado en un problema, no conviene.
Es la vivencia ansiosa la que hace que “nuestra mirada caiga hacia el suelo incesantemente”, apunta la psicóloga Julia Vidal.
Hay toda una corriente psicológica que apuesta por forzar a nuestro cuerpo. “Forzar una sonrisa, por ejemplo, puede activar circuitos cerebrales similares a los que se activan durante una sonrisa genuina”, recalcan la Psicología.
Alzar la mirada nos ayuda a ampliar el punto de vista, enfocar hacia adelante. Y también a erguir el cuerpo y sentirnos más orgullosos de nosotros mismos. Y si caminas entre árboles mejorará aún más tu ánimo.
“La postura es una herramienta terapéutica poderosa. No sustituye a la psicoterapia ni a la medicación, pero puede complementar ambas estrategias de forma efectiva”, apuntan los profesionales de la Psicología.
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