“Encontramos un vínculo directo entre su consumo y la función genética. Creemos que se trata de un mecanismo global porque pueden viajar por todo el cuerpo”, señala el estudio.

A lo largo de los años se ha demostrado no solo la importancia de nuestro microbioma, también cómo este incide en nuestros genes. Pero las bacterias de nuestro cuerpo tienen un gusto particular por ciertas comidas y aquellas que les aportan mejores nutrientes son mejor recibidas y más beneficiosas para ellas y para nosotros.

Se sabe que la fibra es una parte importante de una dieta saludable, pero en el mundo, consumimos menos de la mitad de la dosis recomendada de 25 gramos diarios.

Un nuevo estudio realizado por científicos de la Universidad de Stanford podría convencernos finalmente de llenar nuestros platos con nueces, verduras crucíferas, aguacates y otros alimentos ricos en fibra. El análisis, publicado en Nature Metabolism, identificó los efectos epigenéticos directos de dos subproductos comunes de la digestión de la fibra y descubrió que algunas de las alteraciones en la expresión genética tenían acciones anticancerígenas.

Cuando comemos fibra, el microbioma intestinal produce ácidos grasos de cadena corta (más volátiles que los de cadena larga que son sólidos a temperatura ambiente). Estos compuestos son más que una fuente de energía para nosotros: se sospecha desde hace mucho tiempo que afectan indirectamente la función genética.

Los autores, liderados por Michael Snyder , rastrearon cómo los dos ácidos grasos de cadena corta más comunes en nuestro intestino, el propionato y el butirato, alteraron la expresión genética en células humanas sanas, en células de cáncer de colon humano tratadas y no tratadas y en intestinos de ratones.

Encontraron cambios epigenéticos directos en genes específicos que regulan la proliferación y diferenciación celular, junto con la apoptosis, o procesos de muerte celular preprogramados, todos ellos importantes para interrumpir o controlar el crecimiento celular descontrolado que subyace al cáncer.

“Encontramos un vínculo directo entre el consumo de fibra y la modulación de la función genética que tiene efectos anticancerígenos, y creemos que es probable que se trate de un mecanismo global porque los ácidos grasos de cadena corta que resultan de la digestión de la fibra pueden viajar por todo el cuerpo – explica Snyder -. En general, la dieta de las personas es muy pobre en fibra, y eso significa que su microbioma no se alimenta adecuadamente y no puede producir tantos ácidos grasos de cadena corta como debería. Esto no le hace ningún favor a nuestra salud”.

Dadas las preocupantes tasas de cáncer de colon en adultos más jóvenes, los hallazgos del estudio también podrían estimular el debate y la investigación sobre los posibles efectos sinérgicos de la dieta y el tratamiento del cáncer.

“Al identificar los genes diana de estas importantes moléculas, podemos entender cómo la fibra ejerce sus efectos beneficiosos y qué es lo que sale mal durante el cáncer”, concluye Snyder.

Textos y fotos: www.elmundoalinstante.com

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