Por Eduardo Frontado Sánchez

Como ser humano, nunca he creído en la violencia y siempre he repudiado todos los actos que la acompañan. La violencia es el mayor acto de irracionalidad que puede tener un ser humano, y la irracionalidad no es más que el síntoma más claro de una desesperación por haber hecho las cosas de manera incorrecta.

La situación actual de Venezuela es la demostración más clara de que cuando un régimen necesita ser represor y dictatorial para mantenerse en el poder, logra imponerse a través de la violencia. Sin embargo, esa irracionalidad que caracteriza a una dictadura no puede ser eterna.

Durante muchos años, hubo gente que nunca creyó que esto podía empeorar, y en muchas oportunidades creímos en la demagogia política de algunos líderes del pasado que proclamaban tener la solución para acabar con esta situación. Lamentablemente, esos líderes no fueron capaces de medir con qué tipo de personas se estaban enfrentando ni cuáles eran las armas que teníamos nosotros y cuáles las que tenían ellos.

Si algo es innegable durante 25 años de régimen opresor es la inteligencia que han tenido los gobernantes para mantener al pueblo ocupado en la subsistencia y engañado con promesas que nunca se cumplirán. No les interesa el pueblo; viven por y para ellos mismos.

El reciente bloqueo de redes sociales y algunas páginas en Venezuela, bajo los ojos de la dictadura, sería un síntoma de poder y represión absoluta. Para aquellos que siempre pensamos que no lo habíamos visto todo, estos bloqueos y limitaciones no son más que una muestra de desesperación. Actualmente, el régimen se siente perdido, y nosotros vemos una luz en el horizonte.

Para ningún venezolano debe caber el desánimo. Es importante entender que se están haciendo cosas en pro de la libertad, pero las acciones no pueden ser impulsivas ni se logran en un abrir y cerrar de ojos. Debemos recordar que, si algo tenemos los venezolanos en el ADN, es la resiliencia y la paciencia para conseguir nuestros objetivos. Lo que estamos viviendo actualmente no se escapa de ello; debemos ser firmes y pacientes para seguir una estrategia que nos llevará por un camino seguro.

Estoy seguro de que luego de esta pesadilla saldremos fortalecidos como sociedad y como pueblo. Pero espero de todo corazón que no suframos de amnesia selectiva la próxima vez que nos toque ejercer nuestro derecho al voto. Así como recordamos la parte positiva de todo este proceso, debemos recordar también que nuestras decisiones colectivas reflejan lo que queremos construir como país.

Hago un llamado a todas aquellas personas que no creen que esto es posible a que, como dice «El Principito», vean más allá de lo que su propio lente les permite ver. Este será un proceso lento, pero con la seguridad de que lograremos nuestro objetivo. Como dice la líder de este proceso: esto es hasta el final, y nuestro compromiso debe ser inquebrantable.

Lograr un sueño colectivo, como es ver a Venezuela libre, no ha sido una tarea fácil, pero sí es una tarea posible. Todos los que estamos adentro, junto con los 8.000.000 de personas que están fuera del país luchando desde su trinchera, queremos tener la posibilidad de ver un país próspero. Para ello, debemos seguir trabajando y construyendo bases para que, cuando llegue la libertad, podamos disfrutarla y atesorarla.

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