Por Guillermo Romero Salamanca

En plena plaza de san Pedro en el Vaticano, metido en una de las hornacinas de los pilares sobre las que se sostiene la cúpula de la Basílica está allí la escultura en mármol blanco de san Longinos, una obra de Gian Lorenzo Bernini, el genial artista barroco, que se inspiró en el soldado romano que con su lanza traspasó el costado de Jesús en el calvario.

El momento de la punzada sólo lo menciona san Juan en su Evangelio porque fue testigo presencial y cuenta que una de las instrucciones que tenían los verdugos era romper las piernas de los crucificados –un método muy doloroso, pero que se hacía para acelerar la muerte de los condenados– “pero al llegar a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua”, narra el Boanerges o “hijo del trueno” en 19, 33-34.

En el evangelio apócrifo de Nicodemo –conocido también como Actas de Pilato—se conoce el nombre del soldado. En el Capítulo 10, versículo 5 dice: “Y un soldado, llamado Longinos, tomando una lanza, le perforó el costado, del cual salió sangre y agua”.

El escritor y astrólogo alemán Luis de Whol, en su novela “La lanza” va más allá e identifica al soldado como Cayo Casio Longinos.

Y ese momento resultó de gran significación para los cristianos católicos.

Para el padre de la iglesia oriental Orígenes, por ejemplo y quien vivió entre el 185 y 254, considerado además como uno de los tres pilares de la teología cristiana al lado de san Agustín y santo Tomás, el fenómeno de la sangre y el agua es un milagro porque representa el nacimiento de la Iglesia con los sacramentos del bautismo y la eucaristía.

Años después, cuando los artistas comenzaron a detallar sus obras, tanto en pinturas como en esculturas no sabían dónde ubicar la herida, si al lado izquierdo o al derecho. En los primeros años consideraban que sería en el zurdo porque suponían que el corazón estaba a ese lado, pero debieron recurrir a la profecía de Ezequiel para concluir que era el derecho y desde ese momento los crucifijos lo tienen a ese lado, menos el que está en la catedral de sal de Zipaquirá, que lo ubica en el lado siniestro.

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Representación de la situación de Longinos.

Se dice que Longinos estaba quedando ciego y cuando atravesó el costado de Jesús, una gota cayó sobre sus ojos y le curó al instante. Y los acontecimientos posteriores le valieron para que San Mateo en 27:54, comentara: “El centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús, cuando vieron el terremoto y las cosas que sucedían, se asustaron mucho, y dijeron: En verdad éste era Hijo de Dios”.

De inmediato Longinos abandonó su carrera militar y se unió a los apóstoles y después llevó una vida monástica en Cesárea, Capadocia donde realizó una misión cristiana explicando lo sucedido aquella tarde y mostrando con su ejemplo cómo era la vida de un cristiano.

Esta situación no les gustó a muchas personas que decían: “¿cómo un hombre pecador y romano, habla de amor entre unos y otros y ayuda a los pobres?” Les parecía un hecho que salía de lo normal. Y con sus juicios, además de calumniarlo, pretendían que dejara su apostolado.

Cuenta la historia que entonces fue llevado al gobernador quien le pidió que se arrepintiera y que volviera a someterse a los ídolos romanos, pero Longinos tomó un hacha y los redujo a fragmentos y de ellos salieron demonios que se apoderaron del mandatario y sus ayudantes. Cuando comenzaron a lanzar gemidos, Longinos le dijo que sólo con su muerte se curarían y entonces ordenaron que lo decapitaran.

Al momento, el gobernador recobró la cordura y mostró su arrepentimiento por lo que había hecho y cambió su vida.

La tradición y los primeros cristianos no sólo perdonaron a Longinos por haber crucificado a Jesús y haberlo herido con la lanza, sino que lo llevaron a los altares por su testimonio y martirio.

“Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofrecimiento el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra”, ha explicado el papa Francisco.

En la actualidad, la Lanza de Longinos está en el Museo Hofburg, en Viena, Austria y es observada por miles de personas cada año.

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