Por Esteban Jaramillo Osorio
Perder no es una tragedia, no es una catástrofe, no es el fin del mundo. No puede enceguecer a los aficionados, hasta llevarlos a la esclavitud de los pensamientos y sentimientos destructivos y malignos.
El fútbol entra por los ojos y por los oídos lo que justifica el desagrado de los aficionados, a la espera del tiro de gracia para liquidar el partido, que nunca llegó.
¿Fue la defensa de Ecuador un fortín, o Colombia le perdonó la vida?
Posesión engañosa, sin gol, algo tan insípido y tan improductivo, la que tuvo Colombia, como en aquellas lejanas épocas de “Mucho toque- toque y de aquello nada”. Cuando se arrinconó al rival para terminar con las manos vacías.
El fútbol exhibido es el mismo de hace treinta años. Ritmo sin talento. Piernas sin pensamiento. Angustia para anotar.
Desesperante fue ver el equipo en el área de gol, sin recursos para llevar la pelota a la red, con 18 disparos, sin acierto. Para colmo Galindez fue un portero inspirado.
El ala derecha del ataque estuvo inactiva. La ocupaba Muñoz aparatoso. No hubo desmarques de ruptura, fabricación de espacios, extremos con perfiles cambiados, juego interior sin la pelota o con ella, apoyos ofensivos, ni habilidad para desenvolverse en el espacio reducido, todos sin puntería en los metros finales del ataque.
James jugó fundido, fuera de forma, protestón, simulador y parsimonioso. Sin justificar su alineación. A Quintero le quitaron minutos, influyó, aunque lejano a la portería. Se hizo sentir cuando al final, atacó a perfil opuesto por la derecha.
Ríos, jugador de espejo, deslumbra por su pinta pero no brilla con su futbol de club, el que tanto se realza en su club. Es “micrero” con pisadas continuas al balón sin el concepto de manejo del espacio.
Del Arias desbordante en Fluminense, hay una caricatura en la selección, en los últimos partidos. La misma razón a su inutilidad la tiene Luis Díaz, ambos en lucha tenaz contra sí mismos, mal respaldados y sin fortaleza mental ante la contrariedad.
Hay retroceso con Lorenzo por la ausencia de memoria colectiva, de tácticas sólidas, de juego asociado, con futbolistas mareados por las adulaciones, que, con las piernas “paralizadas” hacen lo contrario de lo que la gente espera.
Con más de veinte asistentes a su servicio, no analizó a su rival. Por eso, extrañamente, hizo concesiones en las marcas. Lo demostró el gol de Valencia, el único del partido.
Las siestas de la selección, con jugadores desconcentrados o dormidos, han causado goles lamentados. Con errores de principiantes. Ni se inmuta ni se despeina el técnico cuando esto ocurre.
Colombia convierte en caos temporal lo que era un plácido viaje hacia el mundial. Pero no es para arrancarse el cabello. El fútbol no es vida o muerte.
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