Por Adriana Patricia Guzmán

Palabras pronunciadas en un homenaje que le hicieron a “El profe” Luis Enrique Rodríguez.

Como cada Semana Santa, Luis Enrique había preparado un buen material para uno de los trabajos que más disfrutaba durante su vida periodística: contarle al país cuál era el mensaje de la Iglesia Católica en el Sermón de las 7 palabras.

Aunque no se perdió su tarea, sí quedó relegada al horario de madrugada, el menos taquillero de la radio; lo más importante de aquel jueves Santo fue el encargo de alto nivel que le supuso LA noticia del día, nada más y nada menos, fue la muerte de Gabriel García Márquez, un hecho que no sólo lo puso a correr a él, sino a todos los periodistas del país y del mundo, en aquella Semana Santa de 2014 cuando todo parecía normal.

La carrera profesional de Luis Enrique Rodríguez está llena de recuerdos como ese, de anécdotas, de cubrimientos nacionales e internacionales, de reconocimientos, de muchos aprendizajes, pero, sobre todo, de lecciones de vida que ha compartido durante más de 40 años de trabajo con muchísimos colegas de quienes dice aprendió mucho, pero a quienes -bastantes, por cierto, – les enseñó dentro y fuera de las aulas.

No en vano se ganó su título de “el profe”. Propios y ajenos han escuchado de su paciencia, su calidez para hacer observaciones y su temple para lograr que las cosas que se hagan y se hagan bien.

A propósito, cuenta su esposa Claudia, cual periodista que también es, que una de las transmisiones que Luis Enrique recuerda con especial cariño fue el atentando al Club el Nogal en 2003.  Si bien fue un episodio muy doloroso para la historia del país, lo lideró con periodistas muy jóvenes y algunos practicantes que estaban de turno esa noche y a algunos de ellos los envío al lugar de la noticia y a pesar de su poca experiencia en la reportería, con sus indicaciones y consejos, sacaron adelante una transmisión muy profesional y que significó un momento muy importante para la carrera de esas jóvenes promesas.

Por eso y por mucho más, para esta Facultad es motivo de orgullo y satisfacción contar con graduados de la talla de Luis Enrique, no sólo por ser un gran profesional, sino por ser un gran ser humano, una cualidad que no es frase de cajón sino aquella en la que termina la descripción que de él hacen las fuentes consultadas (porque esto ha sido un ejercicio de reportería pura y dura): sus colegas, sus amigos y sobre todo su familia.

Luisa, su hija, dice que las tres mujeres de su padre (ella, su hermana y su mamá) lo admiran porque, a pesar de ser un apasionado por su profesión, con vocación temprana y genuina de servicio, una entrega al 100 sobre todo a la radio y los horarios extenuantes de los medios; nunca sintieron una ausencia.

De hecho, dice que muchos de sus mejores días fueron cuando la ida al colegio se cambiaba por una visita a Caracol o la Universidad de La Sabana en donde daba clases a sus compañeros de semestre y a ella misma, eso sí, sin ningún privilegio ni preferencia. Por el contrario, con mucho trabajo y exigencia de por medio.

Luis Enrique vivió con fervor esos primeros años de la Facultad de Comunicación, cuando apenas era el INSE y eran muy pocos los periodistas que habían salido de una universidad. Pero como debía ayudar en casa económicamente combinaba sus estudios con los primeros pinitos periodísticos en Todelar, punta de lanza sin duda de lo que sería su paso por Caracol y por varias agencias de noticias internacionales que se precian de haberlo tenido en su nómina. 

Para él, tener un título profesional era mucho más que un reto: era un compromiso que estaba abriendo el camino de tantos que querían hacer valer lo que sólo se veía -hasta entonces- como un oficio, a pesar del impacto e importancia que ganaba el Periodismo en Colombia y en América Latina.

Cientos de historias, miles de acontecimientos y muchos retos, quizá no tan difíciles como el de unas de sus más recientes etapas: el momento de una enfermedad que no lo detuvo, pero le llevó a cambiar de ritmo, sin desaprovechar el valor de su profesión puesta, durante este tiempo, al servicio del campo colombiano, en un programa de madrugada que le también le apasionó sin reparo y le llevó a ser la meta de su convalecencia, justo el día de su más reciente cumpleaños cuando volvió a los micrófonos.

Nuestra Facultad se enorgullece de tener hoy entre nosotros a “el Profe” Luis Enrique Rodríguez, quiere agradecer su aporte a tantas generaciones de profesionales, a su testimonio en los medios de comunicación que han tenido el privilegio de contar con él y espera seguir contando con este gran profesional con Sello Sabana, por mucho tiempo.

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