Por Guillermo Romero Salamanca
En todas las fiestas decembrinas, desde hace al menos 50 años, los colombianos han bailado algunos de los temas que estuvieron en la magia del grabador Mario Rincón “Pachanga”.
Es quien le ha puesto la sabiduría y la afinación para que centenares de canciones que llevan ese sonido tropical tan exquisito hagan que miles de personas bailen hasta el cansancio. Mario ha sido quien –con infinita precisión—le ha puesto el toque especial a los brillos y bajos en las consolas para que decenas de artistas se luzcan con sus temas.
Un día su hermano Jaime, el mismísimo que compuso la popular canción titulada “La cuchilla” y que inmortalizara a Las Hermanas Calle, pasó por el colegio donde estaba estudiando Mario y le dijo: “¿Qué haces acá? Vente conmigo y aprenda algo en la vida”. Y así lo hizo. En el estudio de grabación le dio las primeras lecciones: “Esto es un micrófono, esta es una consola, esta es una cinta, estos son unos parlantes, estas perillas se mueven así…” En cuestión de horas lo graduó de grabador.
El padre de Mario le había enseñado algo de piano y un poco de percusión, pero le afinó el oído. Uno de los primeros músicos que se asomaron por ese estudio de grabación del sello Ondina fue Rómulo Caicedo. “Cuando un hombre llora le dicen cobarde y el mundo se ríe de verlo sufrir…” dejó su voz esas inaugurales impresiones musicales.
Vinieron después Edmundo Arias, Lucho Bermúdez y decenas de artistas más.
Mario no sólo aprendió a mover las perillas, sintonizarse con las agujas, sino que también agudizó su tímpano y sabía cómo debían ejecutar cada uno de los instrumentos para darles sabor y alegría a cada una de sus producciones. Estaban grabando, cuando de un momento a otro se levantaba de la silla e iba hasta el estudio y le decía al ejecutante: “Mire, hágalo así, márquelo así, póngale entusiasmo al asunto”.
UNA AMISTAD DE SONIDO
Un día llegó don Antonio “Toño” Fuentes, dueño del sello amarillo y con ese maestro cartagenero hicieron amistad desde el primer momento. Don Antonio le ponía la alegría tropical y Mario, el ritmo y la pericia con los botones de la consola. “Cuando tenga mi estudio, me lo voy a llevar para allá”, le dijo el empresario. “Claro, nos vamos”, contestó resueltamente Mario, un hombre que acaba de cumplir 80 años y que sólo le teme a Dios y a una señora que lo vigila constantemente.
Esta pareja productora buscó infinidad de métodos para entregar las mejores producciones. Mientras uno les pasaba alcohol a los cueros de las congas, el otro buscaba los puntos precisos para acoplar los sonidos. En esa época se grababa en bloque, es decir, toda la agrupación en el estudio porque no había canales como ahora.
Marcaban con tiza en qué lugar debía estar el ejecutante de la trompeta, del saxo, el músico de la percusión, el del piano, el cantante y los coros. Era algo milimétrico. Lo ensayaban una y otra vez. Una noche gastaron las escayolas esperando a una agrupación. Muy de madrugada se fueron a descansar y al otro día llegaron al estudio y no había marcas. Una señora del aseo había borrado las señales. A don “Toño” se le blanqueó más el peso ese día y Mario no aguantaba las carcajadas.
Cuando inauguraron los estudios Fuentes, a Mario le tocó estrenar el sonido estéreo. Era el primero en el país y tal vez de los primeros en América Latina. “Nada de nervios le dijo a don Antonio” y así comenzaron a grabar éxito tras éxito. Los Corraleros, Alfredo Gutiérrez, Pedro Laza, Los Hispanos, Rodolfo Aicardi, La Sonora Dinamita, Los Golden Boys, Los Teen Ayers, Los Diplomáticos, Cuerdas que lloran, Calixto Ochoa, decenas de agrupaciones más hasta su sobrino, Julio Estrada “Fruko”.

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En la actualidad Mario continúa grabando. «Eso es algo que uno lleva en el alma», dice. Foto Mario Rincón, archivo particular.

TIEMPOS DE GRABACIONES
“Grabar con Los Corraleros de Majagual era una belleza. Ellos llegaban temprano a los estudios y traían sus canciones. Don Toño les decía: “¿Qué trajeron hoy?” y entonces iban tocando. “Este va”, “a este le falta”, comentábamos y al rato, estábamos grabando. Se hacían diez canciones por día. Esos tipos eran perfectos. Cuando se cansaban, tomaban tinto y se empujaban un roncito y seguían”, cuenta ahora don Mario, quien descansa en Medellín, con algo que parecería ilógico: escuchando música. Además, no se puede estar quieto un segundo. Se levanta trae un disco, lo pone en su consola con agujas para 33 revoluciones, explica qué era un surco en un acetato, trae luego un tinto, baila un poco, da una vuelta, le pregunta a su esposa, doña Martha qué hora es, busca otra canción y se sienta.
“A mí me gustaba ensayar, investigar, probar y un día hicimos un tema que se llamaba “Tesura”. Esa fue la primera salsa que se grabó en Colombia. El cantante fue Humberto Muriel y Julio Estrada contribuyó con la producción y percusión. La carátula llevaba un enorme perro. Humberto era un joven genial, muy futurista y luego organizó con otros músicos El Combo de las Estrellas”, relata ahora, en uno de sus múltiples descansos luego de su agite permanente.
“Un día Humberto me dijo, vea, mi hermano Pedro es percusionista y lo llevamos a grabar, lo escuché, lo convencí de que se metiera a grabar porque tenía buen oído, no gastaba mucho, pero era buena gente. Entonces le comenté a don José María Fuentes: “Yo no alcanzo con todas estas grabaciones, sería bueno que lo contrataran y así empezó ese muchacho que le cantan en los discos diciendo “Pedro Muriel Muriel Muriel”, comenta Mario mientras suelta una de sus reconocidas carcajadas.
UNA TRISTE GRABACIÓN
–En una oportunidad llegó Luis Ángel Ramírez Saldarriaga, ¿sabes quién es él?
–¿El caballero gaucho?
–Ese mismo. Estaba grabando y traía un tema. Le dije, ensayemos primero y claro, los músicos comenzaron y, entonces comienza a entonar este hombre: “Cómprame mamita siquiera un juguete/ le decía el purrete gimiendo a mamá/ Ya lo ves no tengo siquiera ni un juego/qué ganas que siento de echarme a llorar”, rememora Mario.
“Hasta ahí me parecía normal el tema, pero cuando sigue con su historia, comencé a ponerme nervioso: “Pero un día cualquiera desde una terraza/ el hijo de un rico a la calle arrojó/ un juguete viejo que no le importaba/ y el niñito pobre, tras de aquel corrió”…
“Ahí me llevó a quedarme clavado en ese drama. Y el cantante de tangos seguía cantando: “Un grito de muerte se escuchó en la calle/ y el freno estridente de un carro se oyó/ era el muchachito casi agonizante/ que por un jueguito su vida perdió…”.
“En ese instante me levanté de la silla todo compungido, sudoroso y asustado. No, hombre, no jodás Caballero, yo no le grabo eso. ¡Qué tema tan dramático! Entonces me fui de allí y dije: que este trabajo lo haga otro, yo no”.
Pasaron varios días y los siguientes impresores no daban con lo que se pretendía con el tema, llamaron a Mario, quien, entristecido, metió el alma y el corazón a la canción.

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Don Antonio Fuentes le da instrucciones a Mario sobre el corte de un disco. Foto Discos Fuentes.

UN FLACO CANTANTE
“Un viernes llegó el maestro Isaac Villanueva, buena persona, gran compositor, gran amigo apareció en los estudios con un muchacho flaquito, con una vestimenta toda curiosa y me comentó: “Esta es la próxima figura de la canción, se llama Álvaro José Arroyo González y le dicen Joe. Tremendo músico. Era una belleza grabar con él, le ponía una cosa, luego otra, se metía dentro de las canciones y pensaba siempre en el bailador”, dice.
“Ya habíamos grabado con Piper Pimienta Díaz, un tema titulado “A la memoria del muerto” y fue un éxito. Él se llevó el hombre de Fruko para el Ecuador y eso no le gustó a don Toño Fuentes, porque él era el creador de ese nombre, pensado en una salsa y como había Fruco, entonces se le puso la K y ordenó que grabáramos entonces con Joe Arroyo y Wilson Saoco. El resto es historia. Esas canciones que se grabaron con Quike Bonfante, Roberto Solano el de “Los Charcos” fueron todos éxitos. Luego, el maestro Álvaro Velásquez llegó con tremendo tema: “El preso”….
“Son muchas las historias para contar”, relata mientras va por unos acetatos y va mostrando cada una de las carátulas y le advierte a doña Martha que es la hora de otro cafecito.
Mario Rincón también es el hombre de los apodos. Don José María lo bautizó como “el águila”, los músicos como “cuchilla” por su genialidad para empatar las cintas y así evitar que volvieran a empezar y al que más le gusta a él, “Pachanga”.
EL HOMBRE DE LOS ÉXITOS
Mario es sinónimo de alegría, de música tropical, de éxitos, de empuje, de guerreo música, se levanta pensando en canciones y se acuesta soñando con futuros éxitos. Le fascina la salsa, los temas que tengan movimiento, aunque también goza con los tangos, los boleros, las baladas, con porros y vallenatos.
La música colombiana está en mora de hacerle un reconocimiento nacional. No hay otro grabador que haya tenido tanto éxito como él. Son millones de discos los que vendió. Es una cifra difícil de calcular.
Le tuvo paciencia a Rodolfo cuando grababa, soportaba el mal genio de muchas figuras, comprendía las pasiones y tristezas de los músicos, si había que tomar, los acompañaba, le pagaba las cuentas, todo por el éxito.
Un día se presentó a la oficina del Gerente General de Fuentes, don Conrado Dominguez y le dijo: “Hombre, ¿por qué no me dan la oportunidad de hacer algo que yo quiero desde hace varios años: organizar una orquesta con la cual presentar temas viejitos y que tenga dos trompetas como la Sonora Matancera?”. “Aprobado”, le dijo simplemente el directivo y le preguntó: “¿qué nombre le tiene pensado?”. “Sonora Carruseles”, le soltó Mario.
“Eso fue en 1995 y si algo me gustó grabar fue el boogaloo. Esa es mucha música, nos trajimos a los mejores de Niche, Guayacán, Los Tupamaros y las orquestas más representativas del país y en ese primer envión se grabaron temas como: “Adiós Compay Gato”, “Caliventura”, “Acuyuye”, Chela”, “El Brujo De Arjona”, “Carruseles”, “Oye Mi Conga”, “Copas Y Amigos”, “Los Cocacolos”, “Mi Pregón”, “Cumbia De Mi Tierra” y “Vitamina”.
“Lo cierto es que me gocé esas grabaciones. Me las bailé una y otra vez. Fue una de las grandes producciones que hice en aquellos años”, comenta.
“Yo hablaba mucho con los músicos, con productores artísticos como Javier García Muñoz y con arreglistas, les prestaba atención a sus comentarios y sacaba mis conclusiones para convertir canciones en éxitos”, asegura.
Don Mario, es un mago, es un ser dotado de una capacidad musical inalcanzable, un hombre que respira música por cada uno de sus poros, pero, además, es un extraordinario ser humano, capaz de ayudarle al más necesitado y cuando brinda un abrazo, es un abrazo sincero. Es un ser del otro mundo. ¡Feliz cumpleaños!.

Álbum grabado en cuatro canales, una maestría de Mario Rincón, el rey también del sonido análogo.

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