Por Hernán Alejandro Olano García.

El Pozo de Hunzahúa, conocido antiguamente como Pozo de Donato, es un parque y museo arqueológico ubicado en Tunja en inmediaciones de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia – UPTC. El capitán don Saturniano Gerónimo Donato de Rojas Sanabria Téllez y Macías de Figueroa, nacido en Tunja en 1584 y fallecido en su ciudad en 1630, dio su nombre, por cuatro siglos a dicho pozo, el cual volvió a tener un nombre muisca.

Donato, quien fuera Regidor alcalde de Tunja, alférez mayor y familiar del Santo Oficio, perteneció a la primera generación de españoles tunjanos. Fueron sus padres, el capitán Martín Jerónimo de Rojas Téllez y Lucena, regidor, alcalde y encomendero y de Catalina de Sanabria y Macías de Figueroa. Sus hermanos fueron el Capitán Martín, Francisca, María, Catalina y Luis de Rojas y Sanabria.

Contrajo nupcias con doña Elvira Niño Zambrano, nacida en Tunja el 11 de septiembre de 1586, hija de Pedro Alonso Niño González, nacido en Palos de Moguer en 1509 y de Elisa Isabel Camacho Sabidos y Zambrano. Donato y Elvira, procrearon una numerosa familia, que descolló en diferentes cargos: al Capitán Martín de Rojas Niño, alférez mayor y encomendero de Moniquirá; al reverendo sacerdote Pedro de Rojas Niño, presbítero bartolino, dignidad de la catedral de Santafé; a Cristóbal de Rojas Niño, cura de la parroquia de las Nieves de Tunja; al Capitán Jerónimo de Rojas Niño; a don Antonio de Rojas Niño; a Juan de Rojas Niño, sargento mayor; a José de Rojas Niño, capitán de caballos de Tunja; a Bartolomé de Rojas Niño, corregidor de Bosa; a Martín de Rojas Niño, capitán de infantería; a Lorenzo de Rojas Niño, corregidor de naturales.

Cuenta la leyenda, que Hunzahúa, el gran capitán del Impereio del Zaque, tenía una hermana muy hermosa, Noncetá, con quien tuvo amores incestuosos cuando viajaron al territorio de los Guanes por algodón para tejer mantas. La madre de los dos, la cacica Faravita, quiere castigar a Noncetá a su regreso, cuando precisamente estaba preparando una gran olla de chicha para festejar la llegada del Cacique a ese cercado para adorar al Sol, Zué, pero, Faravita no le pega a su hija, sino a la gran olla, de la cual, el caldo de maíz forma el pozo. Hunzahúa protege a su hermana y, desde la Loma de los Ahorcados, hoy Alto de San Lázaro, lanza la maldición a la ciudad, condenándola al frío y a la esterilidad de sus tierras. Los dos hermanos amantes huyen y Cuchavira, el aterrador Arco Iris de los Muiscas, los convierte en piedras a lado y lado de un abismo, separados por las aguas del Salto del Tequendama.

Según otra leyenda, el pozo no tiene fondo y, sus aguas tranquilas se deben a que en las antípodas de este está ubicado el Mar Muerto, lo cual genera esa comunicación que hace casi inamovibles sus espesas aguas, a las cuales, según la tradición, los Muiscas arrojaron todo el oro a la llegada de los españoles y, escuchando tales narraciones, Donato intentó sin éxito desecar el pozo en búsqueda del magnífico Dorado; por esa razón, cuando en Tunja se da algo por perdido, como dinero prestado, se dice: “Eso cayó al pozo de Donato”.

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