Por: Eduardo Frontado Sánchez

En estos tiempos de incertidumbre y conflicto, es imposible no sentir preocupación por el rumbo que está tomando la humanidad. En lugar de abrazar la unidad y la fraternidad, muchos optan por la violencia como una respuesta a nuestras diferencias. Es un momento en el que debemos reflexionar profundamente sobre nuestros actos y su impacto en el mundo que estamos construyendo.

La pregunta que surge es: ¿nuestras diferencias son tan irreconciliables que debemos recurrir a la irracionalidad y la destrucción de otros seres humanos para resolverlas? La respuesta parece evidente: no. La violencia no es la solución a nuestros problemas, y no debemos usarla como escudo para dañar, destruir o, en el peor de los casos, matar.

En un mundo que se enfrenta a desafíos globales como el cambio climático, la desigualdad y la pandemia, la necesidad de unirnos y trabajar juntos es más apremiante que nunca. El progreso y la construcción de un futuro mejor sólo pueden lograrse a través del diálogo y la cooperación.

La crisis actual no se limita a un nivel nacional o regional, es una crisis a nivel humano. La destrucción y la violencia solo genera resentimiento, muerte y más destrucción. No queremos vivir en un mundo en el que la brutalidad y el poder sean las normas. Queremos un mundo en el que la razón, la empatía y la comprensión mutua prevalezcan.

En lugar de recurrir a la violencia, debemos apostar por la racionalidad y el diálogo como medios para resolver nuestras diferencias. Esta es la única manera de avanzar como sociedad y como especie. Solo a través del entendimiento y la comunicación podemos convertirnos en seres humanos verdaderamente evolucionados.

El mundo enfrenta desafíos monumentales que requieren soluciones globales y la colaboración de todas las naciones y culturas. La construcción no se logra destruyendo, matando o respondiendo con violencia. La verdadera grandeza se encuentra en la capacidad de persuadir y convencer a través de argumentos que valgan la pena.

En este oscuro momento, es esencial que construyamos puentes en lugar de muros, que busquemos soluciones pacíficas en lugar de recurrir a la violencia. La barbarie sólo puede ser detenida si nos esforzamos por ser más inclusivos, más humanos y más racionales. Estos valores fundamentales deben ser cultivados y celebrados, no erosionados.

Recordemos siempre que lo que nos identifica como seres humanos es nuestra humanidad compartida, y es precisamente esa humanidad la que nos une en un mundo que necesita desesperadamente amor, compasión y entendimiento. La violencia solo nos aleja de la paz y la armonía que anhelamos. Es hora de tomar un camino diferente y construir un mundo mejor juntos.

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