Por Eduardo Frontado Sánchez

Elegir mi carrera universitaria siempre fue una aventura. Desde pequeño pensaba en ser abogado, pero luego consideré inclinarme hacia relaciones industriales. Sin embargo, al ver el plan de estudios y la cantidad de estadísticas involucradas, entendí que debía seguir una carrera enfocada en humanidades y letras, lo que realmente me apasionaba.

Sin que mi mamá supiera, un año antes de graduarme del colegio, decidí solicitar una cita con el Padre Luis Ugalde, rector de la Universidad Católica Andrés Bello. Quería saber cómo podría ingresar a la carrera de Comunicación Social, considerando mis habilidades diferentes y dificultades para escribir a mano. El Padre Ugalde me dio una excelente noticia: debido a mis cualidades distintas, no necesitaba presentar el examen de ingreso. Me remitió al director de la Escuela de Comunicación Social para organizar los detalles y comenzar mis estudios en octubre de 2005.

El ingreso a la universidad representa un cambio radical en la vida de cualquier persona. Pero cuando tienes cualidades distintas y provienes de un colegio con acceso a todo, el choque puede ser abrumador. Desde el momento en que entré al salón de clases, supe que estaba rompiendo moldes y que esta carrera sería una prueba de resistencia que debía disfrutar. Sin embargo, también enfrenté prejuicios y comentarios de personas que no estaban preparadas para algo no convencional. Agradezco a esas personas, ya que cada negativa me fortaleció en mi determinación de graduarme como comunicador social y demostrar que nada es imposible.

En 2005, la Universidad Católica carecía de parámetros de accesibilidad, lo que complicaba mi trayecto. Por ejemplo, los baños estaban en un entrepiso al que no podía acceder debido a las escaleras.

Durante mi vida universitaria, tuve amigos como Ricardo, Mario, Erika, César, Catherine, Enrico, Mariana y Laura, entre otros, quienes me brindaron su ayuda e hicieron el camino universitario más divertido. El tiempo entre clases era insuficiente para mí, así que junto con Ricardo, ideamos una estrategia para llegar a tiempo a la siguiente clase, lanzarnos por un barranco de césped o subir rápidamente las escaleras.

Además de las dificultades de accesibilidad, conté con profesores que me ayudaron y nunca me vieron con lástima, sino como una persona alegre, llena de ganas. Nunca inspiré lástima y eso lo agradezco. Hubo asignaturas en las que enfrenté dificultades, como gerencia de proyectos, mercadotecnia o redacción para los medios. En esta última, mi condición física y falta de madurez dificultaron el cumplimiento de los requisitos.

Fue un camino lleno de altibajos, pero tengo la satisfacción de haber pasado por la universidad y de que la universidad no haya pasado por mí sin dejar huella. Como dije al principio debí romper moldes y adaptarme a circunstancias difíciles, pero me quedo con la gran satisfacción de haber transformado las adversidades en importantes oportunidades y haber obtenido mi título de comunicador social mención comunicaciones publicitarias.

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