Por Eduardo Frontado Sánchez

Hablar de mi hermano Feliciano es recordar a un ser excepcional cuyo corazón no conocía fronteras y cuyas convicciones eran inquebrantables. Aunque compartíamos las típicas peleas de hermanos cuando éramos jóvenes, su amor incondicional siempre prevaleció, a pesar de los diez años que nos separaban.

Nuestro tiempo juntos fue breve, ya que Feliciano partió a otro plano cuando yo tenía apenas diez años. Sin embargo, cada momento que compartimos fue de calidad y siempre será inolvidable. Recuerdo con cariño nuestras escapadas para jugar maquinitas en el centro comercial más antiguo y diverso de Caracas, donde creamos memorias imborrables.

Una de las cosas que más admiré de él fue su responsabilidad hacia mí. Siempre tuvo claro que, en caso de que mamá faltara, yo sería su responsabilidad. Antes de iniciar cualquier relación, me presentaba a la persona y aseguraba que entendieran mi importancia en su vida.

Con mi hermano Feliciano.

A lo largo de su vida, Feliciano fue un rompecorazones, pero todo cambió cuando conoció a Mercedes Méndez, quien se convirtió en su amor verdadero. Agradezco a Mercedes por su afecto hacia mí y por mantener una buena relación conmigo incluso después de la partida de Feliciano.

La ausencia física de mi hermano representó un golpe duro para la familia, pero para mí, también significó asumir responsabilidades particulares. Lo extraño mucho, sobre todo su habilidad para manejar relaciones difíciles sin que estas afectaran su bienestar emocional.

Siento que mi hermano siempre está presente en mi vida, apoyándome en cada reto y celebrando mis logros, desde donde quiera que esté. Desde que descubrí su traje y los avances que trajo consigo, lo siento más cerca que nunca, especialmente cuando camino o me paro.

A pesar de que nunca intenté imitar a alguien tan único como mi hermano Feliciano, asumo la responsabilidad que dejó en mí durante sus 26 años de ausencia física. Mi compromiso ha sido cuidar y consentir a nuestra querida mamá, quien nos ha dado todo y merece todo nuestro amor y gratitud.

No puedo terminar este artículo sin agradecer a mi hermano por su eterno legado de amor y responsabilidad. A pesar de haber partido, su presencia se siente constantemente, y me ha dado la fuerza para crecer y enfrentar cada reto sin dejar de extrañarlo físicamente. Su memoria seguirá viva en mi corazón, y lo amaré siempre como solo se puede amar a aquellos que significan tanto en la vida.

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