Por Guillermo Romero Salamanca
El 23 de marzo de 1998, cuatro ciudadanos estadounidenses, un italiano y siete colombianos fueron secuestrados por el comandante “Romaña” de las FARC. El grupo se encontraba en El Calvario, Meta, observando aves migratorias.
Tanto para los guerrilleros como para miles de colombianos resultó ser una sorpresa esa labor que adelantaban en esa región y el mismo “Romaña” no entendía el por qué ese grupo andaba por los montes tomando fotos a los pájaros.
El 2 de abril, Thomas Fiore, uno de los fotógrafos de la excusión se les voló a los guerrilleros, caminó más de seis horas y encontró a un equipo de periodistas del noticiero TV-Hoy. El periodista José Luis Ramírez, con un inglés machacado, adivinó, entre señales y un español enredado que el hombre tenía hambre, se había fugado y necesitaba protección, pero lo que no le entendía el periodista era que él se dedicaba a tomar fotos a las aves.
Lo cierto es que avistamiento de aves ha existido en el país desde hace más de 50 años y gracias a la persistente labor de esos acuciosos personajes, se sabe del peligro que corren las aves –tanto las migratorias, como las nacionales—por diversos motivos como la violencia, la tala indiscriminada de árboles, las quemas forestales, los cultivos ilícitos y la contaminación, entre otros.
En un estudio adelantado por Andrew J. Wight en julio de 2017, sentenció: “De más de 1900 especies de aves, 140 están amenazadas y 56 en riesgo grave”. Incluso, en ese momento manifestó que dos aves ya se presumían extintas: “el ángel de Bogotá” y el calzadito turquesa”.
“Colombia –decía Andrew Wight–sirve de punto de parada vital para especies migratorias y también es hogar del 20 % de las especies de aves del mundo. Una de las grandes razones para eso es que Colombia cuenta con 13 ecorregiones diferentes y cada una de ellas posee una biodiversidad sobresaliente.
Hay quienes gastan horas en Colombia detrás de las aves. En las ciudades, por la contaminación o el extermino de otras aves, como pasó con los copetones en Bogotá, es difícil captar algunos animales, pero en los montes, veredas y selvas la variedad es inmensa. Se pueden ver desde el cóndor, pasando por palomas, colibríes, tinamúes, iguazas, pavos, patos, pavas, azulejos, canarios, cardenales, loros, pericos, papagayos, arucos, guacharacas, pájaros carpinteros, águilas, cuervos, perdices y decenas más. Los encuentra de un solo color o de múltiples vistosidades, que con sus cantos dan señales de vida.
El avistamiento es una pasión completa. En el 2011 se presentó la película “El gran año” con Steve Martin, Jack Black y Owen Wilson, cada uno con sus problemas personales y sociales, pero que llevan una competencia: conseguir el mayor número de tomas de aves en Norteamérica.
En esa competencia se lleva al espectador a la emoción de apostar por el que posiblemente va a ganar marcando cada una de sus conquistas.
El avistamiento de aves se ha convertido también en una nueva fuente de ingresos para los municipios y para el país. Miles de turistas llegan con el fin de encontrar las 1.400 especies que hay en el país o, al menos, llevar en sus cámaras las más extrañas, coleccionarlas e imponer un nuevo récord. Hay quienes llevan años detrás de las aves y han hecho de este ejercicio una profesión completa.
En la pasada Feria de la ANATO en Bogotá, tanto los países invitados como los distintos departamentos nacionales que participaron en el evento, mostraron diversidad de planes para lo que se llama ahora como Avistamiento de aves.
Quienes llevan años en la tarea recomiendan fundamentalmente armar un equipo que contenga: una libreta de mano, –ojalá con una pasta dura– un bolígrafo –aunque aseguran que es mejor un lápiz– un estuche para protegerlo de la lluvia o que se embarre por una caída.
Se deben llevar unos buenos prismáticos y sostienen que uno recomendable es el que sea de 7×50, es decir que tenga siente aumentos y una lente de 50 milímetros. Una cámara que lleve una buena lente. Aconsejan que se debe tener buena práctica para seguir el vuelo de las aves y evitar caídas o golpes contra el suelo o un árbol.
Se deben acompañar de un buen guía, ojalá un vecino del lugar que conozca las aves, los lugares donde más pueden estar y desde luego, un sombrero, un morral con agua, impermeable y algo de comida porque las jornadas pueden ser extensas.
Pero desde luego, quien practique el avistamiento de aves debe tener buen ojo y un oído muy desarrollado para extasiarse con los trinos y ubicar los lugares donde anidan o buscan comida.
El avistamiento desarrolla la economía, preserva el medio ambiente, distrae a las personas y hace más sensibles a quienes ven las fotos de redes sociales, libros o programas de televisión.
Lea también: