Uno de los momentos más bellos se produce durante el Viernes Santo en la Plaza de Arriola, cuando las monjas del Convento de la Cruz le cantan a la Hermandad de los Dolores de San Juan.

En la Semana Santa de Málaga son famosos los grandes tronos procesionales. Esta celebración es conocida por la liberación de un preso, una tradición que se remonta al reinado de Carlos III cuando los presos de la cárcel de Málaga, en señal de protesta por haberse suspendido las procesiones de Semana Santa debido a una epidemia, se amotinaron y abrieron las puertas de la prisión para sacar a hombros a Jesús Nazareno. Devuelta la imagen al templo, todos volvieron a sus celdas. Lo sucedido llegó a oídos del monarca, que concedió a la imagen, denominada desde entonces «Jesús el Rico», el privilegio de liberar a un preso todos los años.

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La procesión sale el Miércoles Santo y el tradicional acto de amnistía es uno de los momentos más curiosos de la fiesta. Se produce a las 20.30 horas, cerca de la Plaza de la Aduana: en una ceremonia solemne se lee el edicto de libertad al recluso quien, arrodillado ante la imagen, recibe la bendición de “Jesús el Rico”, ya que la talla posee un brazo articulado. Después, el preso acompaña a la procesión durante su recorrido por la ciudad.

La Semana Santa es uno de los festejos más vistosos y emotivos. La devoción, el arte, el colorido y la música se entremezclan en los actos que se celebran para recordar la muerte de Jesucristo: las procesiones. En ellas, los miembros de las diferentes hermandades y cofradías, vestidos con sus ropajes característicos, recorren las calles llevando las imágenes religiosas (pasos) al ritmo de los tambores y la música, produciendo estampas de sobria belleza.

Más allá de sus 16 soleadas playas, esta ciudad andaluza a orillas del Mediterráneo tiene una vida cultural más que interesante. Y es que el lugar que viera nacer al genio Pablo Picasso se ha reinventado en los últimos años e inaugurado museos para todos los gustos.

Si a la combinación de mar y cultura le añadimos un ambiente animado, las abundantes tapas que sirven sus bares, barrios a la última como el del Soho, zonas como la del puerto que se han transformado para ofrecer una cara más moderna y monumentos con siglos de historia, el resultado es una ciudad apasionante que cualquiera querría conocer. Porque si todo el mundo dice que Málaga está más bonita que nunca, por algo será.

Catedral de Málaga.

Un viaje en el tiempo

Málaga es una ciudad llena de rincones históricos como la Alcazaba, una de las mayores fortalezas árabes de Andalucía, o el Castillo de Gibralfaro, desde donde se obtienen las que seguramente sean las mejores vistas de toda la ciudad. A los pies del castillo se extiende el teatro romano y un casco histórico hecho para pasear. Por sus calles van surgiendo rincones como el Mercado de las Atarazanas para tomar un vermú y monumentos como su Catedral, conocida como “La Manquita”, por su inacabada torre derecha.

No hay que perderse una visita a sus cubiertas, porque la experiencia es única. Estamos en la ciudad de Picasso, así que en el centro también se encuentra un más que recomendable museo dedicado al pintor y es posible visitar su casa natal.

Pero Málaga no solo vive de su pasado, ya que en los últimos años se han inaugurado el Museo Carmen Thyssen, el único Centro Pompidou que existe fuera de Francia -su cubo de colores se ha convertido ya en todo un icono- o la Colección del Museo Ruso de San Petersburgo.Eso sí, el que busque cultura más underground, no puede perderse el Centro de Arte Contemporáneo, el arte urbano de las fachadas ni los locales del alternativo barrio del Soho.

Esencia malagueña

Hay varias cosas que le dan a Málaga su toque único. Para empezar, más allá de monumentos, siempre conviene disfrutar de un día de sol en la mítica playa urbana de La Malagueta. Y el que quiera sumergirse de lleno en los sabores tradicionales, tiene que acercarse al barrio marinero de Pedregalejo y probar los típicos espetos de sardinas a la brasa.Volviendo a La Malagueta, junto a ella está el Muelle 1, un paseo en el puerto lleno de tiendas y restaurantes por el que da gusto caminar al atardecer hasta llegar a la Farola, un faro que es todo un símbolo de la ciudad.

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Momento para disfrutar también de su gastronomía.

¿Otro emblema malagueño? Sin duda su calle peatonal Marqués de Larios, un animadísimo paseo decorado con flores y por donde hay que pasar al menos una vez en un viaje a Málaga. Por la noche, además, esta zona y sus calles aledañas se convierten en el lugar perfecto para ir de tapas en locales que son ya instituciones como la Bodega El Pimpi y probar a qué sabe un ajoblanco.Málaga también es su Festival de Cine, su Semana Santa, sus restaurantes innovadores… Pero ante todo Málaga es alegría. Y se contagia.

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