
Por Hernán Alejandro Olano García
Colombia ha decidido mirar con tiempo suficiente al futuro. La Ley 2510 del 31 de julio de 2025 es un ejemplo de previsión histórica: con cinco años de anticipación, el Congreso ha vinculado oficialmente a la Nación a la conmemoración del bicentenario de la muerte del Libertador Simón Bolívar, que tendrá lugar el 17 de diciembre de 2030. No se trata de una efeméride cualquiera; hablamos de recordar los doscientos años desde aquel día en que Bolívar, enfermo y cansado, expiró en la Quinta de San Pedro Alejandrino, en Santa Marta, después de haber entregado su vida a la causa de la libertad de América.
La ley no es meramente declarativa: establece una serie de acciones, planes y programas que buscan rescatar, divulgar y poner en valor el legado del Libertador. Autoriza la creación de una Comisión Preparatoria —con participación del Gobierno Nacional, gobernaciones, alcaldías, universidades, comunidades indígenas y afrodescendientes— para coordinar los actos conmemorativos y diseñar el Plan Maestro Bicentenario. Esto implica no solo ceremonias solemnes en Santa Marta y en el Puente de Boyacá, sino también proyectos de infraestructura, restauración de bienes de interés cultural, investigaciones históricas, edición de obras y hasta la emisión de una moneda conmemorativa por parte del Banco de la República.
Veo de menos, que la Sociedad Bolivariana de Colombia, haya sido excluida del listado de integrantes del Comité Organizador del Bicentenario.
Por otro lado, celebro especialmente que la norma vincule a los municipios de la Ruta Libertadora en Boyacá y a las comunidades del Magdalena que protagonizaron los hechos de la independencia. De este modo, la memoria no queda reducida a un monumento o a un discurso, sino que se convierte en un eje articulador del desarrollo regional, con iniciativas como la pavimentación de vías, la recuperación de archivos históricos y la construcción de un parque temático en Boyacá.
Como historiador y constitucionalista, encuentro positivo que el país se dé el lujo de planear con tiempo. En Colombia solemos improvisar: llegamos a las fechas históricas con carreras de última hora, parches presupuestales y homenajes a medio camino. Esta ley, en cambio, nos obliga a pensar desde hoy cómo queremos recordar a Bolívar dentro de cinco años. Nos da la oportunidad de preparar actos que estén a la altura del personaje y de su legado.
Pero la ley, por sí sola, no garantiza la memoria. Será necesario que la Comisión Preparatoria cumpla su tarea con rigor, que los gobiernos de turno respeten el cronograma y que la ciudadanía se apropie de la conmemoración. Bolívar no es una estatua de bronce ni un nombre de una plaza: es el símbolo de la lucha por la libertad, un recordatorio de que la República siempre está en construcción.
El bicentenario de su muerte es una ocasión para preguntarnos qué hemos hecho con el proyecto de país que él soñó. ¿Somos más libres, más justos, más iguales? ¿O seguimos traicionando sus ideales con nuestras divisiones? De nosotros depende que el 17 de diciembre de 2030 no sea solo un acto protocolario, sino un verdadero compromiso de nación con la memoria, la libertad y el futuro.
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