Por www.lafamilia.info
Las fases del duelo no son universales. El dolor por la pérdida de un ser amado puede durar más de la cuenta, llegando a cronificarse. Ese sufrimiento silenciado se manifiesta de muchas maneras y es importante saber identificarlo.
6 señales del duelo no resuelto que debes conocer
El duelo no resuelto se incrusta en la propia vida como un témpano frío. Congela todo avance y nos deja encapsulados en un sufrimiento permanente que, a pesar de todo, nos permite a veces ser más o menos funcionales. Uno acude al trabajo, cumple sus tareas, se ocupa de la casa, va y viene, habla con unos, conversa con otros… Sin embargo, hay algo que falla y que distorsiona la existencia.
El vacío de quien ya no está no es fácil de asumir. Así, y aunque nos hayan enseñado que el proceso del duelo sigue las clásicas fases de negación, ira, negociación, depresión y aceptación, lo cierto es que esto no siempre se da de este modo. La teoría de las 5 fases del duelo de Elisabeth Kübler-Ross (pionera de los cuidados paliativos) no son universales y no todas las personas transitan por ellas en este orden.
Son muchos los que quedan atascados, atrapados en las primeras fases, en esa negación que se acompaña del enfado, de la depresión camuflada y el enfado constante. Pocas vivencias son tan delicadas y duras a su vez como tener que lidiar con la ausencia permanente de quien debería estar siempre a nuestro lado…
“La mejor lección que debemos aprender todos es la de saber amar de manera incondicional. Tanto a los demás como a nosotros mismos. Eso es lo que siempre quedará aún cuando ya no estemos en este mundo”. -Elisabeth Kübler-Ross-
Señales del duelo no resuelto
Hay un tipo de dolor que nos une a todos y ante el que nadie está preparado. La muerte y el sufrimiento por quien perdemos es una experiencia universal, pero aún así cada persona lo vive de un modo particular. Hay quien tiene mayor facilidad para desahogar lo que siente y compartirlo con otros. En cambio, están quienes se esfuerzan en reprimir o negar ese dolor para intentar volver cuanto antes a la normalidad.
Al fin y al cabo, la vida apremia, las responsabilidades nos instan, los días pasan y es necesario volver a esa cotidianidad extraña. Sin embargo, los que más se esfuerzan por apresurar el duelo —o evitarlo— son los que más lo prolongan. Sin ayuda, sin apoyo, este tipo de situaciones pueden conducir hasta depresiones mayores o situaciones de aislamiento y soledad.
Trabajos de investigación como los realizados en la Universidad de Columbia advierten que si bien es cierto que la mayoría de las personas terminan aceptando esa pérdida y recuperando el interés por seguir avanzando, hay excepciones. El duelo no resuelto no sabe de etapas, a veces se experimentan unos días positivos y después vuelven el entumecimiento emocional, la apatía y hasta la rabia.
Veamos por tanto esas características que definen el duelo no resuelto.
1. Negación y anestesia emocional
La persona no termina de aceptar ni de comprender esa pérdida. Esa negativa a asumir lo sucedido les conduce a una especie de anestesia emocional al no poder expresar ni desahogar emociones. Les cuesta llorar, no pueden abrirse a quienes le rodean, les es imposible hablar de la persona fallecida…
2. Hipersensibilidad
Cuando se acumulan tantos sentimientos contrapuestos y no aceptados, es común desarrollar hipersensibilidad. Cualquier imprevisto, cualquier pequeño problema se vive de manera sobredimensionada. Todo les supera, todo se les hace una montaña, no pueden tomar decisiones ni reflexionar con calma.
3. Somatización, el cuerpo dolorido
Dolor muscular, cansancio continuado, alteraciones digestivas, insomnio, cefaleas… El duelo no resuelto se manifiesta casi siempre en forma de somatización. Es común que estas personas acudan de forma constante al médico ante ese malestar físico, pero sin permitirse aceptar que el origen de todo se halla en el dolor emocional no afrontado.
4. El futuro no existe, falta de perspectivas
Cuando el presente carece de sentido por la falta de ese ser amado, el futuro no tienen presencia. Esta es otra característica recurrente en el duelo no resuelto, la falta de perspectivas, de esperanza, de poder ver el mañana con ilusión. La persona se limita a dejarse llevar, a incrustarse en una cotidianidad sin sentido.
5. El duelo no resuelto y los problemas relacionales
Quien se queda atascado en las primeras fases del duelo vive con frustración, ira y negación. Resulta muy complicado mantener una buena relación con el entorno cuando uno siente rabia por esa pérdida vivida. Le falta la paciencia, no halla motivaciones, no disfruta de la pareja, de las amistades e incluso de los hijos.
6. Trastornos mentales y de adicción
Otro factor problemático al duelo no resuelto es el desarrollo del trastorno depresivo mayor. Asimismo, no podemos dejar de lado la posible adicción al alcohol u otras sustancias. Por otro lado, los trastornos de la conducta alimentaria también se correlacionan con las pérdidas de los seres queridos. Son sin duda situaciones de elevada vulnerabilidad psicológica.
¿Cómo se tratan estas situaciones?
En el Manual de diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5) no encontramos la etiqueta diagnóstica del duelo no resuelto como tal. Ahora bien, las características aquí señaladas forman parte de lo que conocemos como “trastorno de duelo complejo persistente”. Son realidades que afectan como media al 5 % de la población en algún momento.
Si nos preguntamos cuál es la mejor manera de abordar estas situaciones, la respuesta es evidente: con terapia psicológica. Estudios como los realizados en la Universidad de San Diego (California) nos indican que es especialmente efectivo un enfoque basado en la combinación de la terapia cognitivo-conductual, con la terapia interpersonal y las técnicas de exposición prolongada.
Para concluir, si bien es cierto que nadie está preparado para abordar este tipo de circunstancias, con apoyo y cercanía es posible transitar con mayor integridad por estas vivencias tan duras. La pérdida nunca se olvida, pero el dolor disminuye lo suficiente como para volver a situar esperanzas en el mañana.
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