
Por Eduardo Frontado Sánchez
Como seres humanos, no siempre somos conscientes de la importancia de abrazar el cambio en todas sus dimensiones. Muchas veces, lo desconocido despierta miedo; sin embargo, es precisamente ese salto hacia lo incierto el que nos permite romper moldes, salir de la zona de confort y, al mismo tiempo, abrir un nuevo camino hacia nuestras metas profesionales y personales.
Durante mucho tiempo estuve convencido de que la cúspide de mi carrera sería convertirme en conferencista motivacional. Creía que esa era la ruta más clara hacia mi “Everest” personal. Sin embargo, las circunstancias actuales y el propio paso del tiempo fueron enviándome señales: quizá ese era el camino, sí, pero con un rumbo distinto.
He tenido la fortuna de contar con un equipo de trabajo sabio, donde la experiencia ha sido siempre tan valiosa —o más— que el conocimiento técnico. A pesar de sus advertencias, me aferraba a la idea de un trayecto lineal, ignorando que la vida me decía, por activa y por pasiva, que había otras formas de llegar a la meta.
Después de muchas conversaciones, tanto con mi socia como con una persona clave en mi carrera, comprendí que había llegado el momento de abrirme a nuevos cambios. Confieso que al principio lo hice casi a la fuerza, con poco convencimiento. Pero con el paso del tiempo descubrí otra faceta, otro talento y otra manera de avanzar, que no solo me impulsa hacia mis metas, sino que también me permite ayudar a los demás.
Me di cuenta de algo fundamental: escuchar a las personas que me rodean puede ser aún más revelador que escuchar mi propia voz interna. Siempre me he considerado perseverante y constante, cualidades que me han permitido alcanzar sueños y objetivos. Pero también debo reconocer que, cuando me trazo una meta específica, suelo cerrarme a las opiniones externas hasta que la realidad me obliga a reconsiderar.
Hoy agradezco profundamente a mi equipo de trabajo, que me insistió en la importancia de introducir cambios, pero también me dio la libertad de equivocarme y enfrentar mis propios miedos. Esa paciencia me permitió llegar a la conclusión por mí mismo.
Abrazar el cambio, lejos de quebrarme, me ha fortalecido. No solo en lo profesional, sino en mi desarrollo como ser humano. En estos tiempos complejos a nivel mundial, he aprendido a trabajar en mi propio sueño, con mis propios recursos, a mi tiempo, a mi ritmo y a mi manera. He confirmado que lo que nos identifica como humanos es nuestra capacidad de adaptación, y lo que nos une es la riqueza de nuestras diferencias.
También puede leer: