Por Guillermo Romero Salamanca
Para Carlos Mario Lopera, uno de los estudiosos de la Educación Superior en Colombia, la pandemia china aceleró la crisis universitaria, asegura que la docencia se moverá en una nueva dimensión y recuerda que las instituciones educativas no le prestaron atención a la tecnología y ahora están pagando las consecuencias.
“Si no hubiera habido pandemia, todo indicaba que, de todos modos, iba a ver mayor deserción en 2020-2”, sostiene y manifiesta que la “la educación superior debe integrarse efectivamente a un proyecto de país, en donde el Estado la vea como un apoyo y no un sindicato que pide recursos permanentemente”.
Sobre el futuro de los estudiantes dice que ellos buscarán sacar mayor provecho de la vivencia universitaria, y de allí que la educación superior deba repensar su rol como generadora de valor social y no sólo de cúmulo de conocimiento.
Carlos Mario Lopera Palacio es Comunicador Social y Periodista de la Universidad de La Sabana, con Maestría en Dirección Universitaria de la Universidad de Los Andes, y con un doctorando en Educación Superior de la Universidad Benito Juárez.
Es, además, creador de El Observatorio de la Universidad Colombiana http://www.universidad.edu.co y del programa de Desarrollo de Directivos de Instituciones de Educación Superior (dDIES), especializado en la identificación y búsqueda de directivos; asesor de instituciones de educación superior privadas y públicas del país, en distintos temas de gestión académica, visibilidad, planeación, capacitación, cualificación directiva y comunicación, entre otros.
También ha sido docente universitario, vicerrector académico y de extensión, par académico del Ministerio de Educación, director de Planeación del ICFES, investigador para IESALC (2.000. Libro “La educación superior en Colombia”), consultor organizacional y laboró como Coordinador Editorial del Acuerdo por lo Superior 2034, documento de política pública en educación superior del Consejo Nacional de Educación Superior CESU.
LOS CAMBIOS POR LA PANDEMIA CHINA
–Doctor Lopera, ¿La pandemia atropelló la vida universitaria?
–¡Totalmente! Como la gran mayoría de actividades que realizaba la Humanidad hasta marzo pasado. Las universidades, de por sí, eran poco amigas a realizar actividades plenamente virtuales –salvo las pocas que, con éxito, venían creciendo en virtualidad–, pero siempre habían subestimado la formación en línea, y ésta ha sido la que los ha sostenido ahora.
Así se regrese a una aparente nueva normalidad, la pandemia ya ha demostrado, y obligado a las Universidades, que deben cambiar. La forma de desarrollar docencia, hacer prácticas, tiempos de estudio, interacción con los estudiantes y uso de la tecnología, se moverán en una nueva dimensión. La educación tendrá, necesariamente, que bajar sus costos, la elección de universidad ya no se circunscribirá al ámbito geográfico, sino que, vía internet, un estudiante podrá explorar oferta mundial, y los programas de cinco años serán revaluados, entre otros muchos aspectos.
–¿El telestudio, por así llamarlo, reemplazará las aulas?
–No totalmente, pero sí en gran medida. La tecnología –internet, redes sociales, telefonía…– ya venían demostrando -desde antes de la pandemia- que casi todo lo que las universidades ofrecían hace décadas, venía siendo reemplazado (las bibliotecas físicas por las bases de datos; los amigos presenciales con las redes sociales; el aprendizaje de otros idiomas, con las aplicaciones; los laboratorios físicos, con softwares de simulación…). Las universidades no se dieron cuenta de ello y están pagando las consecuencias. Solo las que puedan demostrar, además de la tecnología, elementos de valor agregado para el estudiante, podrán destacarse en un modelo de presencialidad.
EL POR QUÉ DEL DESCENSO DE LAS MATRÍCULAS
–¿A qué obedece también el bajón de matriculados en este semestre en las universidades?
–La pandemia es el principal motivo de la baja de la matrícula para el segundo semestre académico de 2.020, pero no el único. Claramente, la incertidumbre del coronavirus, la ausencia de una cura, el impacto sobre el trabajo y la economía familiar, entre otras cosas, ha llevado a que muchos estudiantes opten por desertar o aplazar, inicialmente por lo menos un semestre, el continuar sus estudios.
Pero si no hubiera habido pandemia, todo indicaba que, de todos modos, iba a ver mayor deserción en 2020-2, misma que venía dándose, después de casi dos décadas de crecimiento, entre 2017 y 2018. Explicaciones: Las matrículas universitarias han venido subiendo muy por encima del costo de vida histórico; la tasa de natalidad ha bajado y, con respecto a los años 60 y 70, hoy las familias tienen la mitad de los hijos, y eso impactará la matrícula universitaria.
El aumento en el número de instituciones de educación superior y de programas, ha llevado a que haya mucha más oferta para una menor demanda. Y a todo esto deben sumársele un fenómeno determinante: Por un lado, la universidad ha dejado de ser la gran expectativa para los jóvenes de hoy que ven en internet, en programas de corta duración y más prácticos, oportunidades de empleo que difícilmente haya tras cinco años de estudios.
–¿Cómo serán las clases en un futuro?
–La educación no va a desaparecer y, contrariamente en un mundo en donde la tecnología y la inteligencia artificial van a afectar el trabajo, es la única alternativa viable para formar competencias y crear el conocimiento especializado que permita sobrevivir a la robotización y automatización. Lo que cambiará son las formas actuales (grupos de estudiantes de ciertos niveles en salones de clase, duraciones predeterminadas de los estudios, programas llenos de materias teóricas…).
Las universidades girarán a modernizar, acortar y flexibilizar más rápidamente sus planes de estudio, a adoptar y adaptar necesariamente tecnología para la enseñanza, a la interacción de estudiantes con públicos de otros países e idiomas y a constituirse en un centro de educación para toda la vida, en donde adultos y hasta ancianos entren y salgan constantemente de la institución.
LA CRISIS UNIVERSITARIA
–¿Cerrarán algunas universidades?
–¿Antes de la pandemia? Sí. Las que no eran capaces de dar respuestas novedosas y generar valor agregado. ¿Después de la pandemia? También. Las que no sean capaces de reaccionar al cambio, adaptar tecnología, romper modelos de pensamiento viejos, bajar costos y renovar su discurso con miras a los nuevos estudiantes.
–¿Algunas facultades se cerrarán?
–También. Por un lado, las de programas y actividades que, con el paso del tiempo, puedan ir siendo reemplazadas en las fábricas y organizaciones por robots e inteligencia artificial, así como -por ejemplo- actualmente han desaparecido programas como Bibliotecología, Museología, Fotografía, Traducción…; pero también aquellas facultades que el mercado laboral no pueda absorber a sus egresados.
–¿Se incrementará el trabajo para los profesores de planta y se retirarán los profesores de hora cátedra?
–Es temprano para confirmarlo. Las universidades andan, desesperadas, tratando de mantener sus plantas docentes para no despedirlos, pero la baja en la matrícula obligará a ello. La sacrificada será la calidad. La prioridad está en la subsistencia financiera, y en ese escenario, es preferible aumentar las horas de clase de los profesores de planta que dárselas a los de cátedra, pues estos últimos salen más costosos.
EL FUTURO DE LAS INSTITUCIONES DE EDUCACIÓN SUPERIOR
–¿Perdieron las universidades con las posibilidades de tomar clases vía internet con otras instituciones?
–Las que negaban la virtualidad, sí. Por ejemplo, el sistema universitario tiene muchas “vacas sagradas” en programas de Derecho y Jurisprudencia, que se han negado radicalmente a admitir que esa profesión se puede estudiar de forma virtual, y paradójicamente, por la pandemia, llevan meses enseñando Derecho de forma virtual y ahí si han callado.
–¿Hacia dónde va la Educación Superior en Colombia?
–Como pocas veces en su historia, se encuentra frente a un desafío. La pandemia ha sido sólo la gota que derramó la copa. El sistema como tal (El Estado, a través del Ministerio y las distintas dependencias de gestión educativa, y las instituciones de educación superior) deben hallar una forma de hacerse atractivo y responder a lo que la sociedad espera de éste. De lo contrario, muchas instituciones irán, lenta pero gradual y seguramente, asfixiándose por falta de estudiantes, y unas pocas, que sabrán apuntar a la flexibilidad, innovación y virtualidad, con sólidas finanzas, se adueñarán del mercado).
Para hacerse útil a la sociedad, la educación superior debe integrarse efectivamente a un proyecto de país, en donde el Estado la vea como un apoyo y no un sindicato que pide recursos permanentemente.
–¿Solo irán a clases presenciales a los laboratorios?
–Por ahora, y por muchas semanas, sí.
LOS ESTUDIANTES DEL FUTURO
–¿En qué beneficiará la 5G a la Educación?
La pandemia obligó al Estado a acelerar en pocos meses lo que habría hecho en años, en temas de conectividad, revisión de condiciones contractuales con operadores de telefonía y tecnología y beneficios para incentivar el desarrollo tecnológico del país. Pero aún falta. La pandemia ha develado otro drama adicional, y es la falta de conectividad en muchas regiones del país para que los estudiantes puedan continuar de forma virtual sus estudios.
–¿Están preparadas las universidades colombianas para enfrentar los retos de la post pandemia?
–Así no lo estén, les toca, si quieren sobrevivir.
–¿Cómo deberán ser los universitarios post pandemia?
–El impacto de la pandemia en la mentalidad colectiva de la sociedad incidirá en la forma de ver las relaciones humanas esenciales (la amistad, la convivencia, la productividad, los valores, la riqueza…) de otra manera, y eso deberá impactar los planes de estudio y, sobre todo, el cuestionamiento de la formación más para la vida que para la producción. Los universitarios buscarán sacar mayor provecho de la vivencia universitaria, y de allí que la educación superior deba repensar su rol como generadora de valor social y no sólo de cúmulo de conocimiento.
–¿Para dónde va el portal universidad.edu.co?
–El Observatorio de la Universidad Colombiana nació en marzo de 2007 como una forma de contribuir a brindar información objetiva e independiente sobre un sistema de educación superior en el que los actores con más dinero, tradición o renombre, y no siempre calidad o aporte y compromiso con el país, han obtenido mayor provecho, en virtud de la asimetría de información que la sociedad tiene sobre su sistema de educación superior.
Al no depender de nadie, ni de intereses de terceros, El Observatorio se ha ido posicionando como un medio de comunicación especializado en educación superior, reconocido en 2012 por la OECD y el Banco Mundial como una muestra de información y transparencia en el sistema de educación superior en Colombia. Su intención es la de servir de puente y escenario de información, análisis y participación de la comunidad académica en el conocimiento de lo que pasa en el sector y, sobre todo, en la comprensión y ejercicio crítico en la construcción y validación de políticas públicas del sector.
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