Pese a los esfuerzos por frenar el deterioro de los páramos, estos ecosistemas siguen en grave peligro debido a factores como la expansión de la frontera agrícola, la ganadería, la minería e, incluso, la propagación de una planta invasora que llegó hace unos 60 años de Europa.

José Navia- Primiciadiario.com

Pese a los esfuerzos por frenar el deterioro de los páramos, estos ecosistemas siguen en grave peligro debido a factores como la expansión de la frontera agrícola, la ganadería, la minería e, incluso, la propagación de una planta invasora que llegó hace unos 60 años de Europa.

Una mirada fugaz a los titulares de algunos medios periodísticos es suficiente para preocuparse por el futuro de los páramos en Colombia: «Arrasan con más de 300 frailejones en páramos de Boyacá», «Denuncian la destrucción del páramo de Santurbán con maquinaria pesada», «Tractores habrían arrasado con frailejones en páramo de Norte de Santander», «¡Especie invasora amenaza a los páramos!».

Salvar los páramos, para salvar la vida debe ser un propósito de la humanidad que está destruyendo esta fábrica de agua. 

Noticias similares podrían encontrarse desde mediados del siglo pasado, cuando la expansión de la frontera agrícola, la quemas, la ganadería, la minería y, en los últimos trece años, la exploración de hidrocarburos, empezaron a afectar los ecosistemas de las zonas consideradas de páramos y que constituyen una de las mayores riquezas hídricas del país.

Su importancia está relacionada con la regulación de los flujos de agua, pues debido a la composición de sus suelos, estos actúan como una esponja que retiene grandes cantidades de agua que luego, lentamente, bajan por la montaña hasta conformar quebradas, riachuelos y, finalmente, los grandes ríos.

«Los páramos juegan un papel fundamental en la prestación de servicios ecosistémicos a escala nacional. De acuerdo con datos del Dane e Ideam, el 70 por ciento de la población colombiana se encuentra ubicada en los Andes sobre la cota de los 2.700 metros sobre el nivel de mar, lo cual permite asegurar que un altísimo porcentaje de la población colombiana depende de los ecosistemas de páramo para el suministro de agua para consumo y actividades agrícolas», afirma la exdirectora del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander Von Humboldt, Brigitte LG Baptiste, en una columna publicada por el portal concienciaciudadana.org.

«La región de vida paramuna comprende las extensas zonas que coronan las cordilleras, entre el bosque andino y el límite inferior de las nieves perpetuas», dice en su página web el ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. Según la misma fuente, en Colombia los páramos empiezan, aproximadamente, entre los 3.000 y 3.400 metros sobre el nivel del mar. En esa franja está ubicado el 2.5 por ciento de la superficie continental de Colombia, que ocupa, aproximadamente, 2.3 millones de hectáreas.

En los páramos habitan campesinos tradicionales, cuyos padres y abuelos, por lo general, también vivieron en la misma región. Aunque no existe un dato exacto que cuántas personas ocupan estas zonas, se calcula que son unos 150 mil. En las últimas décadas también han llegado a los páramos algunos campesinos desplazados por el conflicto armado. Y, por último, allí se encuentran algunas personas que poseen cierto capital y que logran que los campesinos les arriendan la tierra.

Estas últimas, por lo general, arrasan la vegetación con tractores y usan la tierra para sembrar papa, arveja o para hacer ganadería extensiva.

Pero también se han presentado casos insólitos de afectación a estos ecosistemas, como el que ocurrió a principios de agosto de 2019 en el páramo de Telecom y Merchán, en Boyacá, donde un contratista causó graves daños durante un trabajo de cerramiento de predios.

Un tractor de propiedad de un contratista de la Gobernación de Boyacá «atravesó un sector del páramo de Telecom y Merchán, sin ningún tipo de cuidado frente a los frailejones y las especies nativas de este páramo, que fueron arrasadas por dicho tractor en un trayecto importante cuyo daño es irreparable», señaló en aquella oportunidad un comunicado de la Corporación Autónoma Regional de las Cuencas de los Ríos Bogotá, Ubaté y Suárez-CAR.

Los frailejones son considerados un sistema natural estratégico para la generación, regulación y abastecimiento hídrico de los habitantes del país debido a que «capturan el agua de las nubes y la neblina que los circunda, la retienen de manera natural, hasta un 80 por ciento de su volumen, y mantienen los caudales de ríos y quebradas», señala un informe de la Universidad Nacional de Colombia, citado por medios periodísticos.

La publicación señala que estas plantas pueden crecer más de 15 metros, pero lo hacen de forma muy lenta, a razón de un centímetro por año. Por esa razón, para recuperar una zona de frailejones que haya sido arrasada se requieren muchos años y difícilmente se logra.

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