Por Eduardo Frontado Sánchez                                                              

La mayoría de las veces como seres humanos poco valoramos el hecho de tener salud, y sin duda alguna representa la clave del éxito.

Durante 35 años de mi vida sobreviví con el dolor y con una condición llamada espasticidad La cual consiste en no poder controlar voluntariamente el tono muscular de mi cuerpo lo que trae consigo muchísimos dolores y en ocasiones, la imposibilidad de movimiento.

Sin embargo, a pesar de ello, a lo largo de mi vida he sido un hombre realmente feliz con una madre que nunca me condenó al cuarto del loco, sino más bien se ha ocupado de entrenarme para saber enfrentar la vida con contentura y gratitud.

Después de una década de inyectarme Toxina botulínica para contrarrestar los efectos de la espasticidad y mejorar mi movilidad, este medicamento comenzó a tener el efecto contrario, generando más dolor y rigidez en mis fibras musculares. En septiembre de 2021, mi madre se embarcó en la búsqueda de una alternativa de tratamiento que pudiera brindarme una esperanza sin ser invasiva. Fue entonces, mientras veíamos el programa «El Hormiguero», cuando surgió una luz al final del camino: el traje Molly.

Este innovador traje utiliza la electroestimulación para estimular los músculos opuestos a las contracturas. Después de emprender una exhaustiva investigación, encontramos en el traje Molly una ventana de esperanza, sin necesidad de recurrir a métodos dolorosos.

La aparición de este traje ha significado en mi vida no sólo cambios físicos sino también cambios de perspectiva de óptica y de mi vida en general permitiéndome disfrutar de ella y haciéndome entender que el hecho de vivir la vida a plenitud jamás significa sobrevivirla.

Cuando hablo de cambios, me refiero a una perspectiva más clara de la vida, sin temor al futuro, pero comprendiendo que este llegará. Reconozco que cada individuo es el dueño de su propio destino y camino. Sin embargo, debo admitir que, en el pasado, al enfrentar cualquier tipo de desafío, ya sea físico, emocional o de cualquier otra índole, los miedos internos me atacaban de tal manera que en muchas ocasiones me paralizaban.

En este momento de mi vida, me complace decir que soy un hombre libre de dolor y mantengo la esperanza de volver a caminar después de 20 años. Pero no puedo negar que nada de esto hubiera sido posible sin la voluntad, la disciplina y el apoyo emocional inquebrantable de mi madre, así como el respaldo de mi equipo de profesionales que se encargan de mi caso.

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