Por Orlando Cadavid Correa (ocadavidcorrea@gmail.com)
La imagen del sonriente papa Francisco vuelve a imponerse entre las preferencias de los consumidores de los calendarios adquiridos en las ventas callejeras, sin el repudiado IVA carrasquillesco, para el año 2019, que está a la vuelta de la esquina.
El sumo pontífice aparece vistiendo los atuendos típicos del llamado país paisa: sombrero aguadeño, carriel jericoano y poncho de rayas, y nos encima este mensaje de su puño y letra: “Para conseguir la paz se necesita valor, mucho más que para hacer la guerra”.
Los ignotos impresores del apetecido almanaque, que está listo para debutar el martes 1 de enero, no tuvieron la precaución de darle crédito al autor de la fotografía del “¨Papa maicero”, circunstancia que los deja expuestos a una demanda. Cabe anotar que, por el empleo de gráficas sin permiso previo, pululan las querellas en las redes sociales.
La foto descrita, tomada seguramente el 9 de septiembre de 2017, durante la fugaz visita pontificia a Medellín, en el marco del memorable periplo por nuestro país, ha alborotado el regionalismo, porque al máximo líder de la cristiandad le sentó muy bien el indumento del prototipo antioqueño.
Recordemos que hace catorce años, cuando la multinacional Philip Morris (fabricante del Marlboro) compró por 310 millones de dólares la Compañía Colombiana de Tabaco (productora de las marcas Pielroja, Derby y Boston) desestimó un importante valor agregado: No quiso quedarse con el famoso almanaque, y dejó en libertad a sus distribuidores para que –si a bien tenían—lo patrocinaran y continuaran obsequiándoselo a sus clientes, favorecedores y amigos. Esta tradición –nacida en 1934– duró 70 años.
Decíamos en un Contraplano del pasado: el calendario –que. como el prestigio del cigarrillo del indio dibujado magistralmente por el suicida Ricardo Rendón, vuela de boca en boca— con el paso del tiempo viene sufriendo algunos cambios, sin que haya desmejorado la calidad editorial del producto, en manos de unos dueños invisibles.
Y planteábamos estas variantes: 1) Ya no es gratuito; si quiere llevarse el suyo, páguelo. Vale $10.000. 2) Se vende de manera ambulatoria hasta en las esquinas de los semáforos, como si fuera un libro de Garcia Márquez, recién “pirateado”. 3) En la única foto del ejemplar correspondiente al 2017 ya no prima como antaño la modelo fumadora. Ahora mandan la parada, en la mayoría de estos almanaques, personajes tan carismáticos como el papa Francisco y la Virgen de Guadalupe. 4) Si no le simpatiza el tema religioso, le quedan dos opciones al comprador: panorámicas a todo color de grandes metrópolis famosas o encantadores paisajes cargados de atractivos jardines y frondosa vegetación. 5) Por la fuerza de la costumbre, los consumidores siguen llamándolo de dos maneras: el almanaque Pielroja o el almanaque Coltabaco, pero no hay tal.). El cigarrillo continúa llevando fumadores a los cementerios, y la paisa Coltabaco ya no existe como planta industrial y fue sustituida por la gringa Philip Morris.
Volvamos a su descripción: La Philip no suele brindar patrocinios en ningún país a obsequios editoriales aparentemente costosos para sus clientes y amigos, y, en el marco de tales políticas determinó que cesara la publicación del tradicional catálogo, que incluye los 365 días del año, el santoral completo, las fiestas religiosas y civiles y los «puentes» Emiliani.
La apostilla: La historiadora Ofelia Peláez nos recuerda que el almanaque tiene una hoja desprendible para cada día; comenzó a circular alrededor de 1934 cuando la empresa quiso fomentar entre las mujeres el consumo de sus cigarrillos, creados en 1924. Su símbolo, un indio de vistoso penacho junto a la imagen de una hermosa mujer, modelo o reina de belleza, desde sus inicios se constituyó en su portada. Sólo en algunas oportunidades, en 1962 y en 1969, se cambió la foto de una mujer por la de una pareja; hubo un año también en el que se omitió la fotografía de la modelo, y apareció solamente un cenicero. Por muchos años se consideró un honor salir en el calendario.