Por Guillermo Romero Salamanca

Unos minutos antes de las ocho de la mañana, de aquel fatídico lunes 23 de julio de 1973, desde el helicóptero de Radio Horizontes, en los 540 de AM, Armando Plata Camacho dijo: “atención, atención, hay humareda en el Edificio de Avianca”.

De inmediato dieron aviso a las autoridades y los bomberos prendieron las alarmas y corrieron hasta llegar al edificio de la Avenida Séptima con Calle 16. Sí, había humo, se veían algunas llamaradas y de inmediato buscaron un hidrante para llevar las mangueras hasta el sitio donde se originó la conflagración. Decenas de voluntarios colaboraron con las maniobras para cargar las pesadas mangueras y treparse por las angostas escaleras por las cuales descendían los oficinistas y secretarias hacían bulla con sus tacones. Los bomberos llegaron al piso 12, se miraron unos a otros y dijeron asustados: “no hay más manguera, no alcanzamos a llegar hasta el sitio”.

Unos minutos después llegó otro carro de bomberos y por más que estiraron la escalera, sólo llegaron hasta el piso 6 o 7, mientras la emergencia crecía y comenzaban a caer vidrios de las ventanas, sillas y crecía el pánico tanto de atrapados empleados como de los ciudadanos expectantes en el Parque de Santander, los alrededores del Museo del Oro, el Banco de la República, las instalaciones de El Tiempo y El Espectador.

El sótano del edificio estaba inundado. Una de las primeras tareas que cumplían los mensajeros de las empresas de esa época era pasar por el Apartado Aéreo para retirar las cartas. En la mañana del lunes del 23 de julio de 1973, no pudieron ingresar porque el sótano estaba anegado. La lluvia del domingo anegó el lugar y los asistentes de oficinas no pudieron cumplir con esa tarea. Así lo recuerda el periodista Pedro Fuquen, quien laboraba en ese año en El Tiempo.

El fatídico piso 13. Pasadas las 7 de la mañana, en el piso 14 –aunque en realidad era el 13, pero los constructores y administradores, por agüero, pasaron del 12 al 14—comenzó en una bodega del IFI –donde estaban almacenados papeles, tapetes, sobrantes y líquidos inflamables. Los empleados trataron de sofocar las llamas con baldes y extintores, llamaron a los bomberos que llegaron a las 8 de la mañana, pero tuvieron un revés: las mangueras sólo llegaron hasta el piso 12. Bogotá no disponía de maquinaria para una emergencia en un rascacielos.

Las llamas pasaron del piso 14 hasta el 17. Los vendedores ambulantes –en esos días ofrecían por cantidades las famosas colombinas “Bom Bom Bum”, “importadas de Venezuela” comenzaron a gritar con desesperación por los oficinistas que comenzaron a romper los vidrios de las ventanas para evitar se asfixiados por el humo. Unos más se asomaron y algunas, atacadas por el pánico se lanzaron al vacío. El siniestro dejó 4 muertos y 63 heridos.

Todos mandaban. La emergencia no tuvo un jefe. Cientos ciudadanos daban órdenes o ejecutaban maniobras para buscar el salvamento de las personas. Muchos se ofrecieron de voluntarios para cargar mangueras, subir herramientas, bajar asfixiados, hacer gigantescos letreros como “Suban a la azotea”, “Ya viene la ayuda”. Escenas de pánico se vivieron cuando alguien gritó que podría explotar o colapsar el edificio. Un fotógrafo captó el momento exacto que un desesperado ejecutivo se lanzó del edificio. La foto fue ampliada en el “Café Pasaje” de la carrera 6 #14-25.

Salvados por el aire. Esa mañana el doctor Indalecio Liévano Aguirre asumió como presidente, mientras el titular, Misael Pastrana Borrero acudió a Venezuela para la celebración del sesquicentenario de la batalla del Lago de Maracaibo. El doctor Liévano ordenó utilizar al helicóptero presidencial para ayudar en las tareas de rescate y la plaza de Bolívar se dispuso como helipuerto y control de los evacuados. En esta operación se unieron dos helicópteros más de Helicol y las primeras noticias se dieron desde el aire a través del helicóptero de Radio Horizontes.  “Lo más significativo a lo largo de mi carrera en los medios por más de 5 décadas, indudablemente fue la transmisión del lamentable incendio del Edificio de Avianca, en Emisora Horizonte 540 AM de Bogotá, Colombia, en 1973”, dijo Armando Plata Camacho.

Ya había ocurrido otro incendio. El Edificio de Avianca empezó a construirse en 1966, tres años después de ser diseñado por los arquitectos Esguerra, Sáenz, Urbaneta & Samper y Ricaurte, Carrizosa y Prieto, a los que se sumó el ingeniero Doménico Parma, de acuerdo con los “Portfolios” de la Universidad de los Andes. En el mismo lote, ubicado en la calle 16 con carrera Séptima, antes había ocurrido otro incendio, el del Hotel Regia, que quedó convertido en cenizas tras los trágicos sucesos del 9 de abril de 1948 que, además, tuvieron consecuencias desfavorables para un sinnúmero de edificaciones en el mismo sector.

Ya había ocurrido otro incendio. Según investigación de El Consejo Profesional de Arquitectura y sus Profesiones Auxiliares, el Edificio de Avianca empezó a construirse en 1966, tres años después de ser diseñado por los arquitectos Esguerra, Sáenz, Urbaneta & Samper y Ricaurte, Carrizosa y Prieto, a los que se sumó el ingeniero Doménico Parma, de acuerdo con los “Portfolios” de la Universidad de los Andes. En el mismo lote, ubicado en la calle 16 con carrera Séptima, antes había ocurrido otro incendio, el del Hotel Regia, que quedó convertido en cenizas tras los trágicos sucesos del 9 de abril de 1948 que, además, tuvieron consecuencias desfavorables para un sinnúmero de edificaciones en el mismo sector.

Fueron más de 14 horas de intenso trabajo. El edificio fue evacuado y meses después entró en funcionamiento de nuevo.

Meses después Fernán Martínez Mahecha, convirtió a Julio Iglesias en vendedor de perros calientes, frente al icónico inmueble, convertido en leyenda. 

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