Por Guillermo Romero Salamanca

Los paramédicos abren la ambulancia y sacan a toda velocidad una camilla con una paciente que se queja por el malestar en sus piernas: ha sufrido un accidente automovilístico. De inmediato una auxiliar recopila los datos básicos y la envía con una doctora que observa la situación y la remite para una sala, deben inyectarle suero y algo para aliviar el dolor. “Toca hacer radiografías”, dice la médica.

Minutos después llega otro paciente que se tiende en el suelo y se retuerce.  ¿Su nombre?, le pregunta un joven médico. “Pedro Castañeda”. ¿Qué tiene?  “No puedo orinar”. ¿Desde cuándo? “Llevo dos días así”. Bueno, vamos a revisarlo y alistarle una sonda.

Una madre llega con su pequeña hija que tiene fiebre y está vomitando. “Ya la revisamos”, le contesta una enfermera, mientras le toma la temperatura y le analiza algunos signos vitales. Un taxista avisa que tiene un dolor en la espalda muy fuerte y que siente mucho mareo. “¿Ha sido operado? “Si doctora”. ¿Qué le hicieron? “Me sacaron la vesícula y una gran cantidad de cálculos”. Vamos a hacerle una resonancia.

Una dama está con una señora de mayor edad. ¿Qué le sucede? “Sufre de Parkinson y cuando viene a Bogotá se le incrementa su padecimiento”. Bueno, ya buscamos a un neurólogo.

Todo tipo de situaciones se presentan en una sala de urgencias. Foto Fundación Cardioinfantil

Son aproximadamente 70 casos los que se presentan de diferentes formas en la sala de Urgencias de la Fundación Cardioinfantil de Bogotá. Pareciera que los galenos estuvieran de acuerdo con Voltaire que decía que “el arte de la Medicina consiste en mantener al paciente en buen estado de ánimo mientras la naturaleza le va curando”. Pero con sonreír no es suficiente, es necesario apresurarse para buscar la mejor solución posible para sacarlo en el menor tiempo posible de la sala de urgencias. Es una guerra contra la muerte.

La escena se puede repetir en cualquiera de los hospitales del país agregando casos de todo tipo de violencia o de malestares.

Este 3 de diciembre se celebra el Día del Médico. De esos seres incansables, mágicos, sabios, inspiradores y como alguien dijo, “la mano de Dios en la tierra”.

En el Congreso de la Organización Panamericana de la Salud que se celebró en 1953 en Dallas, Texas, se determinó que cada año se celebraría el Día del Médico en homenaje al médico cubano Carlos Finlay, nacido el 3 de diciembre de 1833 y que descubrió el papel del mosquito trasmisor de la fiebre amarilla.

El doctor Finlay determinó que había enfermedades causadas por agentes biológicos como el mosquito Aedes Aegypti que transmite la fiebre amarilla o vómito negro y que causa la muerte a miles de personas en áreas subtropicales y tropicales en Suramérica y África, principalmente.

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El médico cubano Carlos Juan Finlay , quien gracias a sus investigaciones descubrió como combatir la fiebre amarilla. Foto Wikipedia org.

Aunque su teoría y estudios eran exitosos, los gobiernos no le prestaban atención y por más de 20 años el doctor Finlay luchó para ser escuchado.

El médico militar William Crawford Gorgas le escuchó y aceptó probar su metodología que consistía en atacar a los mosquitos y apartar a los enfermos. Al poco tiempo, Cuba ya no tenía fiebre amarilla.

Otra prueba fuerte que tuvo el doctor Finlay fue cuando le llevaron a Panamá para combatir la fiebre amarilla que no permitía la construcción del canal. Se calcula que en esa mega obra laboraron unas 75 mil personas de las cuales unas 30 mil perdieron la vida por accidentes, mordeduras de serpientes, enfermedades tropicales, malaria, pero sobre todo por fiebre amarilla.

Una placa reconoce en el propio Canal de Panamá el trabajo realizado por el médico Carlos J. Finlay en el éxito de la obra.

A pesar de su enorme trabajo en beneficio de la humanidad y de ser nominado en siete ocasiones para recibir el Premio Nobel en Fisiología y Medicina, nunca resultó ganador.

Sin embargo, él seguía atendiendo a sus pacientes, muchas veces sin dinero porque su vida fue una guerra médica contra la muerte.

Así son los médicos. Feliz día.