Por Guillermo Romero Salamanca
Hace seis años, precisamente el 15 de julio del 2015, el periodista Camilo Tovar dialogó por última vez con Germán Castro Caycedo. Lo hizo tomando café, gracias a la cordial invitación que les hiciera a Gloria Vallejo, William Giraldo y a René Pérez, connotados periodistas del Círculo de Periodistas de Bogotá.
Estuvieron en una cafetería del Park Way, en Teusaquillo, luego de asistir a las honras fúnebres del fotógrafo Carlos Caycedo Zambrano.
“Me impresionó que pidió un palito de queso para el café”, recuerda ahora Camilo, mientras poda su jardín en su finca en La Calera. “Yo le pregunté y me contestó: “Es que desde cuando sufrí el accidente en Moscú perdí tanto el olfato como el gusto y me da igual comer una cosa que otra”.
En efecto, en una de sus múltiples correrías por el mundo, el cronista Germán Castro Caycedo, quien ha vendido más de un millón de sus libros testimoniales sobre la realidad colombiana, tan pronto se bajó del avión, resbaló con la nieve, perdió el sentido y fue internado en una clínica varias semanas. Aunque recobró el conocimiento, sus dos sentidos se quedaron para el olvido.
Hablar con Germán Castro Caycedo era apasionante. Se expresaba como si estuviera escribiendo. Cada una de sus frases llevaba una coma, un punto, un punto y coma o simplemente, unos puntos suspensivos. Hablaba con sus manos también y uno de sus característicos gestos era el de acomodarse el bigote que lo acompañó por más de 60 años.
Era un gentleman en el vestir y el hablar. Cuando era joven decían que se parecía al nadador olímpico Mark Spitz. Fueron famosos sus buzos cuello de tortuga y sus sacos a cuadros que exhibía en televisión cuando presentaba “Enviado Especial”, el programa de investigación y reportería por excelencia que mantuvo en pantalla por espacio de 20 años. Fueron 1018 producciones de media hora con los cuales obtuvo también 18 premios nacionales e internacionales de Periodismo.
Nació en Zipaquirá –el municipio donde estudió Gabriel García Márquez– y donde se formaron miles de maestros en la Normal y millares de operarios en el Instituto Técnico Industrial. Es la tierra de la Catedral de Sal, del futbolista Zipa González, que estuvo en el inolvidable partido de Arica de Colombia contra la URSS y del indomable Efraín “el Zipa” Forero, ganador de la Primera Vuelta a Colombia. Desde luego la tierra de Egan Bernal, triunfador del Tour de Francia y del Giro de Italia.
Las lecciones de literatura, música e historia del poeta y escritor Guillermo Quevedo Zorzona le calaron y un día, cuando estaba en el bachillerato leyó una crónica periodística que encontró en un periódico. La repasó cuatro veces y al final dijo para sí: “Esto es lo que haré en mi vida”: redactar.
Después de unos ensayos como corresponsal de varios medios, incluso españoles, ingresó a El Tiempo donde desarrolló desde 1967 una exitosa carrera como cronista. Le fascinaron los deportes y si Carlos Arturo Rueda C era el poeta en la narración radial, Germán Castro lo fue también en la redacción.
Se unían la radio y el periodismo escrito para hacer grandes las vueltas a Colombia, al Táchira, México y las competencias donde los pedalistas dejaran el sudor y las lágrimas.
En El Tiempo emprendió también una tarea: recorrer a Colombia buscando las historias más insólitas que tuvieron como protagonistas campesinos de los páramos, mineros de socavones, guerrilleros, indígenas de la selva, habitantes del Chocó, llaneros del Casanare o recolectores de café.
De esos recorridos nació su primer libro “Colombia Amarga”, publicación que fue recibida con aprecio por miles de estudiantes de Periodismo, sociólogos y clase dirigente.
Una de sus pasiones era el toreo. Incluso pretendió enfrentarse a un astado y tuvo deseos de vestirse de gala, pero la vida no se lo permitió. Eso sí, era amigo de todos los matadores que visitaban la Plaza de Toros La Santamaría donde se le veía en su palco al lado de personalidades de la vida política y social de la ciudad.
Camilo Tovar recuerda ahora mientras admira sus plantaciones de flores exóticas de clima frío, que Germán Castro fue un luchador incansable por los derechos de los periodistas y de quienes le acompañaron en sus jornadas reporteriles. “Siempre estaba pendiente de los viáticos, de sus sueldos y no salía a una expedición si las cosas no estaban claras”, cuenta ahora el reportero deportivo, admirador de Santa Fe y amigo de Dragoslav Šekularac.
Una de las novelas de mayor éxito en la televisión fue “El Viejo” y el protagonista fue Fernando González Pacheco, quien en ese momento gozaba de la más exitosa popularidad, pero en uno de esos capítulos, el personaje falleció. Lo cierto es que los televidentes protestaron porque no podían ver “muerto” al famoso presentador.
Germán tuvo la idea de hacer un programa de “Enviado Especial” con Pacheco y hablaron largamente sobre la muerte. Al final, el presentador comentó: “Lo que más lamento de morirme es dejar de gozar la vida”.
Después de su “Enviado Especial” que hiciera con RTI y que se presentaba los domingos en las noches con una sintonía total, Germán volvió a lo suyo, a escribir y se prometió editar al menos un libro por año.
Algunas de sus obras fueron traducidas a varios idiomas. En 1978 presentó “Perdido en el Amazonas”; en 1980 llegó con “Del ELN al M-19, once años de lucha guerrillera”, en 1982, “Mi alma se la dejo al diablo”, en 1985, “El Karina”; cuatro años después editó “El hueco” y “El cachalandrán amarillo”; en 1991 vendió “El huracán” y “La bruja” la publicó en 1994.
En 1996 llegó con “En Secreto” y “El Alcaraván”. En 1999, “La noche de las lanzas” y “Colombia” y un año después, “Candelaria”.
En el 2001, “Con las manos en alto” y dos años más tarde, “Sin tregua”. En el 2004, “Más allá de la noche” y en el 2005, “Que la muerte espere”.
Esperó tres años para mostrar “El palacio sin máscara”. En el 2010 llegó con “Objetivo 4” y en el 2012, “Operación Pablo Escobar”. “Nuestra guerra ajena” fue su título del 2014 y en el 2017, “Una verdad oscura”. Finalizó sus redacciones de libros con “Huellas”.
Fue también director de noticieros de televisión.
Le gustaba dictar conferencias. Le fascinaba hablar con los nuevos estudiantes de Periodismo. Alguna vez quiso entrevistar a Pablo Escobar, pero desistió pronto porque sabía que no traería nada bueno para el país.
De un humor exquisito. Amigo de infinidad de personajes, lo conocían los líderes del país. Algunos políticos no gustaban de sus escritos y sus denuncias.
Perteneció al Círculo de Periodistas de Bogotá donde luchó por el gremio. “Ese 15 de julio del 2015 le pregunté por su retiro del CPB y me dijo: “Yo me salí porque la señora Yira Castro de Cepeda, encargada de los ingresos de los nuevos periodistas de ese entonces, no permitió que mi esposa Gloria Inés Moreno, fuera socia”.
Era un conocedor de Colombia como pocos. Tenía en su cabeza la capacidad para saber cuáles eran los orígenes de toda la desigualdad social. “Él peleaba cuando veía una injusticia. Odiaba la corrupción, la situación de pobreza de miles de compatriotas…”
A Camilo Tovar, el redactor deportivo que ahora contempla el panorama desde los 2.867 metros, no se le olvidarán las últimas palabras que Germán Castro Caycedo, el rey de la crónica de Colombia le dijo aquel 15 de julio del 2015: “Camilo: si el hombre siguiera los postulados cristianos en lo social, con la solidaridad, el amor de unos por otros, este mundo sería distinto y tendríamos otra sociedad. Eso sería lo ideal”.
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