Por Guillermo Romero Salamanca

“Alcancé a ver a mi casa”, exclamó Camila Castro, habitante de Cazucá, Soacha, cuando miró los primeros minutos de la película “Triple Frontera” estrenada por Netflix este 13 de marzo.

Se trata de la cinta más esperada por los habitantes de la Localidad 4 del municipio pegado a Bogotá,  porque durante tres meses se vieron inmersos en otra película en sus vidas, pero esta vez con una historia llena de ambición y con reconocidos personajes del cine como Ben Affleck –quien no estuvo por allí pero muy reconocido, Óscar Isaac, Charlie Hunnam, Pedro Pascal –conocido por su papel de agente de la DEA en la serie “Narcos”, Garrett Hedlund y a Adria Arjona, hija del cantante guatemalteco Ricardo Arjona a quien vieron correr por unas calles del barrio, mientras era perseguida por un policía.

Escena de la película de helicóptero sobrevolando un sector de Cazucá. Foto YouTube.

Historias de policías, guerra de subversión, narcotráfico, desplazamiento forzados, violencia, injusticias sociales, violaciones y las batallas diarias contra el desempleo, la vivienda y el hambre son bien conocidas por estas casi 500 mil personas que habitan esta localidad de Soacha y que colindan con Ciudad Bolívar de Bogotá.

Barrios como El Oasis, Caracolí, Potosí, Corintios, Santa Bibiana, El Progreso, Mariscal Sucre, San Rafael, Rincón del Lago, los habitan todo tipo de colombianos que han encontrado allí un refugio para sus pesares.

En La Isla –donde se filmó gran parte de la película—es un pequeño barrio que lo habitan ciudadanos de Buenaventura que huyeron del terror de las fronteras invisibles y del duro desplazamiento a que ha sido sometido el puerto sobre el Pacífico en los últimos 20 años.

Cazucá, por años, ha sido considerada como uno de los sectores de mayor violencia en el país. Allí llegan desplazados, desmovilizados, reinsertados y en su gran mayoría los hogares son orientados por madres cabeza de familia. A finales de 1970 apoyados por el Partido Comunista Colombiano y la Central nacional de Vivienda, miles de personas lotearon estas lomas y después, un grupo de constructores llamados “piratas” comenzaron a vender ilusiones en y en menos de diez años se ha copado en su totalidad la Localidad.

Escena de la película Triple Frontera en La Isla, barrio de Cazucá. Foto YouTube.

El aumento de la población ha sido considerable. A tal punto que el propio alcalde Eleázar González Casas le ha pedido a la Registraduría Nacional del Estado Civil que haga un verdadero censo en el municipio porque la población que aparece en Planeación Nacional es de un poco más de 500 mil habitantes, pero la realidad es que puede llegar al millón y medio y entonces temas como regalías y otras obligaciones estatales no llegan y los 375 mil millones de pesos de presupuesto anual no alcanzan para cubrir tantas necesidades del municipio.

Durante casi dos meses, la filmación fue una verdadera bendición para estos habitantes de Cazucá. Los productores hicieron un trabajo de Responsabilidad Social que conllevó contratar a centenares de extras, alquilar locales, pero, además, comprar mercados, agua y gaseosas en las tiendas del sector, arreglar las vías y hasta poner canecas para la basura. Hicieron donaciones a varias fundaciones que laboran en el sector y dejaron una bella imagen entre los habitantes.

Automóviles espectaculares, policías por doquier, cámaras gigantes, cerramiento de las vías y lo que más les impactó fue cuando pusieron una pared en lo que sería una discoteca y la “volaron” con cargas teledirigidas.

Todas estas acciones fueron un alivio para toda esta Colombia que ha sufrido por diferentes motivos.

Por varias semanas doña María persiguió a los productores de la película. “Es que yo si tengo qué contarles para que filmen una historia de veddá”, decía con su marcado acento costeño.

“Es que yo tuve que huir de los Montes de María porque allá vivíamos como jornaleros, pero un día llegó la guerrilla y con ellos, los paramilitares. Esa gente no se veía por allá, pero de un momento a otro, comenzaron a darse plomo por los caminos que van a la costa para llevar la droga. Mi hermano cuidaba una finca, llevaba años ahí y un día los paracos dijeron que era guerrillero. ¡Qué va! Mi hermano no se metía con nadie y era muy callado, pero ellos lo vieron cortando caña y lo agarraron y le cortaron la cabeza. Me entregaron su cuerpo, pero me tocó pagar un millón de pesos para que me dieran y así darles una sepultura digna. Me dejaron sacar unas cositas de mi casa y llegué acá, con una sola hija, la otra me tocó regalarla para sobrevivir. Entonces me gustaría que contaran esa historia en una película”, contaba, mientras veía sobrevolar un helicóptero sobre el Lago de Tibanica, ahora abandonado por la CAR.

Una casa mejorada por el Grupo Ladrillo Verde en Cazucá.

Una señora también recitaba otras escenas de su vida real. Uno contaba cómo le había tocado huir desde Norte de Santander, otro mostraba su angustia de su secuestro y una joven narraba cómo había sufrido en la guerrilla.

Eran más de una docena de verdaderas historias para armar la cinta en la cual ha vivido Colombia en los últimos 70 años.

En ese sector, decenas de fundaciones y han llegado a beneficiar a un puñado de familias. El Grupo Ladrillo Verde –compuesto por las empresas Gredos, Tablegres y Gredos– ha llegado para colaborar de alguna manera donando material para los mejoramientos de unas 700 viviendas. Es cambiar las tablas, las lonas, los plásticos y pedazos de latas por material. Son 5 años de permanente labor armando la película social de la vida diaria.

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