Por Eduardo Frontado Sánchez

Como seres humanos, todos enfrentamos miedos en algún momento de nuestras vidas. Es inevitable, especialmente cuando nos vemos frente a los paradigmas y prejuicios de una sociedad que, aunque ha avanzado en muchos aspectos, aún tiende a señalar lo diferente. Para las personas con cualidades distintas, este trayecto puede ser más desafiante, pero a su vez, puede ofrecer oportunidades de crecimiento personal que no todos experimentan.

Una de las habilidades únicas que muchas personas con cualidades distintas desarrollan es la capacidad de percibir cómo los demás las ven, casi con una mirada. Esta habilidad no solo es un reflejo de su realidad, sino también una herramienta para entender y navegar las complejidades sociales. Los términos como «bullying» han ganado relevancia en las conversaciones sobre discriminación y acoso, y muchas personas con cualidades distintas se identifican con este término. Sin embargo, es fundamental recordar que todos, sin importar nuestras diferencias, estamos expuestos a los prejuicios de la sociedad en algún momento.

Cada individuo es único y enfrenta sus miedos, sus diferencias y los prejuicios de manera distinta. Personalmente, nunca me consideré víctima del bullying, quizá porque conté con el apoyo emocional y la fortaleza suficiente para ver mis diferencias no como un obstáculo, sino como una oportunidad. Mi experiencia me ha enseñado que las cualidades que nos hacen distintos pueden convertirse en nuestras mayores fortalezas, si las abordamos con la mentalidad adecuada.

El tiempo también me ha demostrado que todos somos diferentes, algunos de manera más visible que otros. Lo que realmente nos distingue es cómo enfrentamos esas diferencias y cómo decidimos vivir nuestras vidas. La manera en que vemos el mundo y las oportunidades que visualizamos está profundamente condicionada por nuestra actitud hacia nosotros mismos y hacia los demás.

He aprendido a lo largo de mi vida que mis cualidades distintas no son un impedimento, sino un catalizador de aprendizaje. Me han permitido ver la vida desde una óptica única y, lo más importante, me han impulsado a contribuir positivamente a mi entorno. No se trata solo de superar obstáculos, sino de aprender de ellos y compartir ese aprendizaje con los demás, especialmente con aquellos que aún no comprenden lo que significa vivir con cualidades distintas.

Nunca me he sentido víctima de las circunstancias que me rodean. Al contrario, cada situación que he enfrentado me ha fortalecido como persona y me ha ayudado a definir mi propósito en la vida. Es esencial subrayar que la misericordia o la lástima no son actitudes útiles ni apropiadas para abordar a las personas con cualidades distintas. Nosotros, como cualquier otro ser humano, tenemos el derecho y el potencial de contribuir a la sociedad, desde una postura de igualdad y respeto.

Hoy más que nunca, vivimos en un mundo donde es urgente comprender el verdadero significado de la diferencia. No se trata solo de hablar de inclusión, sino de crear alternativas que nos permitan manejar y potenciar nuestras diferencias. Solo así podremos avanzar hacia una sociedad verdaderamente inclusiva, preparada para el futuro. Si bien contamos con avances tecnológicos y científicos que reflejan nuestra evolución como especie, nada de eso tiene sentido si no aprendemos a ser más humanos, a manejar adecuadamente los prejuicios y a recordar que lo humano es lo que nos une, mientras que lo distinto nos enriquece.

Este es el camino hacia una sociedad más inclusiva y consciente, una en la que entendamos que lo diferente no es una debilidad, sino una fuerza poderosa que, si se valora correctamente, nos lleva a ser mejores personas y a construir un mundo más justo para todos.

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