El objetivo de la iniciativa COVAX, que cuenta con el apoyo de la ONU, es inyectar dos mil millones de dosis de la vacuna contra el coronavirus a una cuarta parte de la población de los países más pobres para finales de 2021. ¿Cuáles son los principales retos que hay que superar para lograr esta histórica meta global?
Desde las primeras fases de la pandemia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) defendió la necesidad de adoptar un enfoque coordinado para garantizar que todo el mundo y no sólo las personas que viven en los países ricos reciban una protección adecuada contra el virus, ya que la enfermedad se extendió rápidamente por todo el planeta. La vacunación representa una parte clave en la respuesta para acabar con la pandemia de COVID-19.
A partir de esta inquietud surgió el mecanismo COVAX, la única iniciativa global que trabaja codo a codo con los gobiernos y las empresas farmacéuticas para garantizar que las vacunas contra el COVID-19 estén disponibles en todo el mundo, tanto para los países de ingresos altos como para los de ingresos bajos.
A continuación, le presentamos los cinco principales retos a los que se enfrenta COVAX y cómo pueden superarse.
1) El control sobre las exportaciones: ¿el eslabón más débil?
El pasado octubre UNICEF anunció que antes de finales del 2020 dispondría en sus almacenes de más de 500 millones de jeringuillas como parte de los preparativos para la futura vacuna contra el COVID-19. Esta medida preventiva dio sus frutos ya que los países productores de jeringuillas establecieron controles a su exportación, se dispararon los precios y se limitaron los suministros.
Al mismo tiempo, varios países establecieron controles a la exportación de vacunas, una decisión que provocó la advertencia de la Organización Mundial de la Salud contra el llamado “nacionalismo de las vacunas», que alienta su acaparamiento, provoca una subida de precios y, en última instancia, sólo alarga la pandemia, las restricciones necesarias para contenerla y el sufrimiento humano y económico.
Conseguir inyectar las dosis supone establecer una compleja cadena de suministro mundial que incluye desde los componentes necesarios para producir la vacuna, pasando por los frascos y los tapones plásticos, hasta las jeringuillas, entre otros. Por ello, la prohibición o el control de las exportaciones de cualquiera de estos productos puede provocar importantes trastornos en la distribución de las inmunizaciones.
Las múltiples fórmulas aplicadas al control de las exportaciones pueden limitar su suministro. Por ello, los países más pobres tendrán muchas más posibilidades de proteger a sus ciudadanos si consiguen fabricar las vacunas.
Una condición que forma parte del apoyo de la Organización Mundial de la Salud a los países en sus esfuerzos por adquirir y mantener la tecnología y la capacidad de producción de vacunas, como nos explica Diane Abad-Vergara, jefa de comunicaciones de COVAX en esa agencia de la ONU.
“Mediante iniciativas como la Red de Fabricantes de Vacunas de los Países en Desarrollo, se les ayuda a crear bases de fabricación adicionales -especialmente en África, Asia y América Latina- que serán esenciales para satisfacer la demanda actual de refuerzos de COVID-19 y de futuras vacunas. Ampliar la producción a nivel mundial haría que los países pobres dependieran menos de las donaciones de los ricos».
2) No es fácil llevar las vacunas a quienes las necesitan
Aunque todos los países que forman parte del mecanismo COVAX cuentan con la infraestructura necesaria para sacar los palés de vacunas de los aviones de carga y transportarlos a almacenes refrigerados, los pasos siguientes pueden ser más complicados.
«Ghana, el primer país que recibió las dosis de COVAX, presenta un buen historial de distribución de dosis», dice Gian Gandhi, coordinador mundial de COVAX de UNICEF, «pero otros países, como los del África Occidental francófona, tuvieron dificultades para reunir los recursos necesarios en el reparto y la distribución de las dosis por todo su territorio y en las ciudades y en los pueblos donde son necesarias. Esto significa que, en muchos de los países más pobres, la mayoría de las dosis se distribuyen en los grandes centros urbanos».
Ghandi afirma que el objetivo es “garantizar que nadie se quede sin vacuna», pero que «a corto plazo, la concentración de dosis en las ciudades permite priorizar la vacunación del personal sanitario y otros trabajadores de primera línea en las zonas urbanas, donde la mayor densidad de población les hace correr un mayor riesgo de exposición».
3) El despliegue en los países más pobres requiere más fondos
Acelerar el reparto y entrega de las vacunas de los almacenes urbanos a las zonas remotas requiere dinero. «En respuesta a una pandemia, la financiación es una preocupación constante», dice Abad-Vergara.
«Para continuar el suministro de vacunas durante 2021 a sus 190 miembros, COVAX necesita al menos 3200 millones de dólares. Cuanto más rápido se alcance este objetivo, antes se podrán administrar las vacunas».
Las contribuciones de varios países, especialmente los de la Unión Europea, el Reino Unido y Estados Unidos, han ayudado en gran medida a paliar el déficit de financiación de las inmunizaciones. Sin embargo, la dotación para el suministro de esas vacunas es más problemática.
UNICEF calcula que se necesitan 2000 millones de dólares adicionales para ayudar a los 92 países más pobres con gastos esenciales, como frigoríficos, formación del personal sanitario, gastos de los vacunadores y combustible para los camiones frigoríficos de reparto. Por esa razón, solicita a los donantes que desembolsen de forma inmediata 510 millones de dólares como parte de un llamamiento humanitario que permita atender las necesidades urgentes.
4) Los países más ricos deben compartir las vacunas
COVAX compite directamente con los países que hacen tratos bilaterales directos con las compañías farmacéuticas, lo que ejerce una presión adicional sobre el suministro disponible de vacunas contra el COVID-19. A su vez, los países ricos cuentan con un excedente de dosis.
Gandhi llamó a estos países a compartir las dosis sobrantes y a que “se comprometan con COVAX y UNICEF lo antes posible”, ya que “harán falta ciertos equilibrios legales, administrativos y operativos para llevar las inmunizaciones a donde se necesiten. Desgraciadamente, en estos momentos no vemos demasiados países de renta alta dispuestos a compartir».
«El enfoque actual del ‘yo primero’ favorece a los países que más pueden pagar y, en última instancia, comportará un mayor coste económico y en términos de vidas», advierte Abad-Vergara. «Pero es importante señalar que los acuerdos bilaterales no impiden que un país reciba dosis o contribuya a COVAX».
5) Las dudas sobre la vacunación, un motivo de preocupación constante
Aunque está de sobra demostrado que la vacunación salva vidas, la reticencia a vacunarse, un problema que afecta a todos los países, continúa siendo un obstáculo a enfrentar de forma permanente.
Esta dificultad se debe, en parte, a la gran cantidad de desinformación que rodea todos los aspectos del COVID-19, que ya era motivo de preocupación incluso antes de que se declarara la emergencia sanitaria mundial, y que la ONU lanzará en mayo la iniciativa Verified (Verificado) que busca combatir las falsedades y los mensajes distorsionados con información fiable y precisa en torno a la crisis.
«Durante de la pandemia se ha difundido una gran cantidad de información errónea», dijo Abad-Vergara. «La OMS trabaja intensamente para combatirla, además de generar confianza en las vacunas e involucrar a las diferentes comunidades».
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