Por Diana Balcázar Niño
El término pajarero es entendido como aquella persona que caza, cría o vende pájaros, como bien lo dice también el Real Diccionario de la Lengua Española. Pero en los últimos años cada vez ha sido más común encontrar, en Colombia, caminando por bordes de carreteras, parques y otros espacios naturales, curiosos grupos de personas que se consideran a sí mismas pajareras, sin que porten ningún tipo de arma ni de jaula. Muchas de estas personas son extranjeras, provenientes de países como Estados Unidos e Inglaterra, principalmente, pero también de Holanda, Francia, Suecia, Canadá y otros, inclusive de China.
Van en grupos de alrededor de diez personas (a veces más, a veces menos), vestidos generalmente con ropa tradicional de “safari” (pantalones y camisas de color caqui, botas de montaña, sombrero de explorador). Pero si bien no cargan ningún arma de cacería, sí tienen dos tipos de “armas” que desconcierta a quienes los ven. Son binóculos y cámaras con lentes inmensos, del largo, por ejemplo, de un brazo, muchos ellos muy pesados. De pronto, un miembro del grupo se detiene y señala con la mano hacia un punto en un árbol o en un arbusto, y todos corren a mirar hacia ese punto exacto y enfocan sus binoculares y cámaras. Varios “ta, ta, ta” resuenan en cascada, a medida que cientos de fotos se toman en cuestión de segundos del “objetivo” señalado.
Y ese objetivo puede ser “simplemente” un pequeño pajarito que, asustado ante el gran movimiento que percibe y los sonidos que oye, puede, en un segundo, desaparecer, para no volver más. Mientras tanto, si tuvieron suerte, solo unos pocos pares de ojos lograron verlo y un número mucho menor de cámaras pudo registrarlo.
Más tarde, todas esas fotos serán examinadas cuidadosamente en busca de esa hermosa imagen que quedará para siempre, o serán desechadas inmisericordemente porque ninguna cumplió con las expectativas.
Aparte del uso de cámaras fotográficas –cada vez más común en esta actividad- lo que estas personas desarrollan es la afición de la observación de aves. En Estados Unidos, esto se llama “birding”, que traduciría como “pajarear”, y los que la practican se llaman “birders” (pajareros).
Es de ahí de donde viene el nombre más común de esta afición en español, aunque en una forma un poco más técnica sería, como ya lo dijimos, observación de aves, y los pajareros, observadores de aves. De hecho, en el Reino Unido la afición se llama “birdwatching” y los que la practican, “birdwatchers”.
En todo caso, el uso de los términos pajarear (y con ello, pajarero), reivindica, amplía y enriquece el significado de ambas palabras, quitándole (e incluso cambiando) su pobre significado de simplemente actividad de cazar, criar o vender aves, a ser la de una afición que nos permite conocer y apreciar con nuestros propios ojos y oídos, y en primera fila, la belleza inagotable de las aves, con su infinita variedad de colores, cantos y comportamientos. Pero no solo eso, también nos invita a viajar por el mundo con la excusa de verlas, y, así, conocer docenas de países, o viajar por nuestro propio país y visitar lugares y regiones que, quizás, si no fuera con la “excusa” de las aves, nunca visitaríamos, o de los que nunca habríamos oído hablar si no fuera porque ahí hay un ave o varias que querríamos ver porque no las hemos visto en ningún otra parte, o que pueden no existir en otra parte y ameritan la visita, así sea, a veces, a sitios remotos y difíciles de alcanzar.
Sin embargo, entre los pajareros existen diferentes niveles. En un extremo está la persona que observa las aves que llegan a su jardín, y las disfruta, y en el otro, aquellos aficionados conocidos como “hard core” en inglés (o de hueso colorado) que no quieren perder el tiempo comiendo o durmiendo ¡si eso les quita oportunidades para ir a buscar esa ave que les falta en su lista!
Porque los observadores de aves “serios” llevan listas de las aves que observan en cada salida, y una lista general de las aves que han observado en su vida. Incluso, mundialmente, hay una sana competencia para ver quién es el que ha visto más aves de las casi 10.000 que tiene el planeta, o, por lo menos, una competencia consigo mismo para poder conocer la mayor cantidad de especies.
Y bueno, no importa si usted solo conoce unas pocas especies y puede identificar menos aún. Las aves están ahí para observarlas y conocerlas, recrearnos y llevarnos a pasear por muchos mundos, ya sea el mundo pequeño donde algunas de ellas viven, en un jardín, un parque o una avenida (cosa que perfectamente podemos observar en estos tiempos), o, cuando se pueda otra vez, a regiones de nuestro país llenas de impresionantes paisajes y biodiversidad, e, incluso, ¿por qué no? a otros países del mundo.
¡Así se convertirá en “pajarero”!
Diana Balcázar Niño
Apasionada por las aves desde niña en su ciudad natal, Bogotá, Diana Balcázar hizo a un lado su carrera de comunicación social, en la que trabajó como editora de libros y revistas, cuando, finalmente, las aves “triunfaron” y la llevaron a convertirse en guía de avistamiento de aves. Se ha dedicarse a esta actividad en los once últimos años, siendo no solo pionera como guía mujer en Colombia sino de las primeras personas en dedicarse a esta labor en el país. Como tal, ha guiado a cientos de observadora de aves extranjeros por las tres cordilleras de los Andes, la Sierra Nevada de Santa Marta, la Guajira y otras regiones de la Costa Atlántica, la Costa Pacífica y los Llanos Orientales.
Sus intereses van también por el lado de la literatura y la enseñanza. Es autora de del libro Los pájaros de mi ciudad (2006), con relatos de sus encuentros con las aves en Bogotá,y de las cartillas: Aves migratorias, viajeras extremas, Manual para observadores de aves, Loros, siempre libres y Las aves, maravillas para ver y disfrutar. También ha ofrecido numerosos talleres de observación de aves para niños y adultos, con el fin de introducirlos en esta hermosa actividad y conseguir adeptos para la conservación de las aves y sus ecosistemas.
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