Cristiano Ronaldo lloró de alegría con el gol de Éder

Generalmente asociamos las lágrimas a sentimientos de pérdida, decepción, melancolía o tristeza, pero también pueden ser el resultado de una explosión incontrolable de alegría

El monólogo final del replicante Roy Batty de la película ‘Blade Runner’ (1982) se conoce como ‘Lágrimas en la lluvia’. El extracto más conocido de este monólogo es: «He vistos cosas que ustedes nunca hubieran podido imaginar. Naves de combate en llamas en el hombro de Orión. He visto relámpagos resplandeciendo en la oscuridad cerca de la entrada de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, igual que lágrimas en la lluvia. Llegó la hora de morir».

Si hablamos de lágrimas, las primeras de las que tenemos constancia datan del siglo XIV antes de Cristo. En unas tablillas se han encontrado referencia al dios Baal, la divinidad fenicia relacionada con la fertilidad y las tormentas de lluvia, que fue asesinada a manos de su hermana amante Anat, noticia que desencadenó un torrente de lágrimas.

Tres clases de lágrimas

Según el Diccionario de la Real Academia la dacriología es la rama de la ciencia que se ocupa del estudio de la secreción lacrimal. Si nos ceñimos al campo de la biología, los seres humanos tenemos tres tipos de lágrimas: basales, reflejas y emocionales. Las primeras son las encargadas de mantener nuestros ojos limpios y en perfecta disposición para cumplir con la tarea para la que han sido diseñados: la visión. A pesar de que no lo notemos, su presencia es constante y mantienen nuestro ojo lubricado.

Las segundas lágrimas son las reflejas. Cuando algo nos irrita, por ejemplo, gases lacrimógenos o cortar una cebolla en pedacitos, reaccionan eliminando esa sustancia y, en consecuencia, el posible daño que nos pudiesen producir.

Por último, estarían las lágrimas emocionales, las que se encuentran vinculadas a los sentimientos. De alguna forma, llorar de pena o de alegría nos hace humanos, es una forma de comunicación.

El llanto nos acompaña toda nuestra vida. Es más, nacemos con un llanto; apenas disfrutamos de la «autonomía» de la vida lloramos de manera incontrolable. Se trata, muy probablemente de un cordón umbilical acústico con el que demandamos la protección materna.

Las lágrimas de la felicidad

El nacimiento de un bebé, una fiesta de cumpleaños sorpresa, una victoria inesperada de nuestro equipo… puede provocar un llanto de alegría, una aparente paradoja. Dicho de otra forma, las lágrimas, una reacción que acompaña habitualmente a emociones negativas, puede aparecer ante experiencias positivas muy intensas.

La verdad es que las lágrimas de la alegría es uno de los grandes misterios de la ciencia, según el psicólogo Ad Vingerhoets -de la Universidad de Tiburg (Países Bajos)- este tipo de lágrimas proceden del recuerdo de los malos momentos pasados antes de alcanzar ese instante de felicidad que explota en un llanto.

Hace ya algún tiempo el bioquímico estadounidense William H Frey demostró que esas lágrimas tienen una elevada cantidad de potasio, manganeso, endorfinas, prolactina y adenocorticotropina, algunas de las cuales se liberan en situaciones altamente estresantes. Con ellas nuestro organismo trata de restaurar el equilibrio emocional y devolvernos la eutimia.

En esta línea de trabajo, una psicóloga de la Universidad de Yale, la doctora Aragón, realizó hace tiempo unos estudios encaminados a evaluar la presencia de manifestaciones contrapuestas, es decir, que tras presentar un estímulo positivo se generase una respuesta negativa, como podían ser las lágrimas.

Los resultados de sus investigaciones mostraron que aquellas personas que utilizan reacciones negativas para expresarse logran moderar con una mayor facilidad la intensidad de sus emociones. En Román paladino, las lágrimas de la alegría contrarrestan de una forma más eficiente la emoción positiva que nos desborda.

Textos y fotos: www.elmundoalinstante.com

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