Textos y fotos: Víctor Hugo Lucero Montenegro

«No vale nada la vida.  La vida no vale nada. Comienza siempre llorando. Y así llorando se acaba.  Por esto es que en este mundo. La vida no vale nada». Aplicando la filosofía de José Alfredo Jiménez, una buena parte de los habitantes de Bogotá, por necesidad y para evitar morir de hambre se está enfrentando cada minuto al coronavirus a sabiendas que más temprano que tarde perderá la batalla.

Después de soportar dos meses de cuarentena en Bogotá, la gente decidió salir a las calles arriesgando sus vidas. El golpe económico que representa para quienes dependen del trabajo diario para su subsistencia fue demoledor. La falta de ayuda del gobierno acabó con la esperanza de los habitantes de esta capital.

«Los pobres estamos condenados a morir por el coronavirus o de hambre, por eso salimos a las calles a buscar dinero con nuestro trabajo», dijo un señor de 78 años que se desplaza vendiendo elementos de cacharrería.

«El gobierno nos engaña. Los supermercados subieron alimentos hasta en un 150 por ciento y las autoridades ni se inmutan. Definitivamente estamos viviendo el momento más crítico cuando mucha gente tiene que salir a conseguir el dinero como sea para poder sobrevivir», dijo una abogada que acudía a pagar los recibos de los servicios públicos para evitar que se los cortaran como le ha sucedido a mucha gente.

Mientras las personas enfrentan la muerte para poder sobrevivir, los poderes públicos, empresariales y eclesiásticos bloquean sus entradas para evitar el contagio de los pobres. Totalmente taponada está la entrada a la plaza de Bolívar donde se encuentra el Congreso, el Palacio de Justicia y el poder eclesiástico. La Casa de Nariño, sede presidencial, está totalmente cercada por todas las calles de acceso. Sin embargo, en una de sus ventanas hay un anuncio de “arriendo de oficinas”.

Así vive el centro de Bogotá su cuarentena.

Algunas personas en plena pandemia tienen que alimentarse en la calle y compartir sus escasos productos con las palomas, que también han aguantado hambre.
Para poder sobrevivir algunas indígenas en Bogotá tienen que bailar alegrar el momento a los peatones por unas cuantas monedas. 
La normalidad ha vuelto al centro de Bogotá. 
Frente al banco emisor, las distancias están lejos de cumplirse. 
Frente a la iglesia de san Francisco, vendedores ambulantes buscando el sustento de sus familias.
Sin norma alguna la venta de alimentos.
Los artistas  deben sobrevivir y por ello salieron a buscar clientela que debe posar sin tapabocas.
Los libros son una opción para los transeúntes. 
La esperanza nunca se pierde cuando se vive del trabajo.
Total normalidad en la famosa carrera séptima de Bogotá.
Bloqueada la entrada al honorable Congreso de la república.
Vuelven a llenarse las bancas de la Carrera Séptima.
Pasando a un lado de la Policía, que sólo congestiona el paso peatonal.
Taponada la entrada a la presidencia. Sigue el cartel de arriendo de oficinas en Palacio de Nariño.

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