Por Guillermo Romero Salamanca

–Magda, por favor, revele su secreto para tener éxito en la vida…

Al segundo, responde quedamente: “La vida te da oportunidades, el resto lo hace uno”.

La hoja de vida de Magda Egas bien podría ser una enciclopedia. Cada tomo tendría capítulos sobre sus labores como cantante, locutora, presentadora, empresaria, directora de revistas, ama de casa, madre, abuela, bisabuela y unos cinco volúmenes sobre su carisma y don de gentes.

Pocos pueden darse el lujo de comentar que ha sido presentadora durante seis años de un programa como “300 millones”. Entre 1977 y 1983, los domingos se le veía en esta producción de Radio Televisión Española hablando sobre el talento musical hispano.

Muy escasos son los que durante 22 años hayan sido presentadores del Canal Caracol, por ejemplo y otros hitos que ha impuesto Magda Egas, una marca de diez estrellas doradas forjadas con un profesionalismo que raya con la perfección.

La vida de Magda Egas cambió con una mirada. 

En los años sesenta, el sitio de encuentro dominical en Santiago de Cali era el Hotel Aristi. Allí, en la esquina de la carrera novena con calle 10 se reunía la sociedad caleña. En sus múltiples salones degustaban la hora del almuerzo los ejecutivos de la ciudad, era posible ver entre los huéspedes a las grandes figuras de la canción del momento, pero la piscina, no muy grande, por cierto, localizada en el último piso, se contemplaba gran parte del Valle del Cauca, pero también se observaba el desfile de las más esbeltas mujeres de Cali, porque las caleñas son como las flores y vestidas van de mil colores.

Un domingo de esos Magda Egas estaba allí con su esposo y su hija Claudia de tal vez dos años de edad. De un momento a otro ella se levantó de su silla y atravesó el borde de la piscina. El periodista cubano José Pardo Llada bajó un poco sus gafas negras y la observó detalladamente de arriba abajo. Lo deslumbró. El tipo, sin ningún inconveniente se acercó a la joven familia y le pidió permiso al esposo de la joven para publicar una foto en la columna “Mirador” que publicaba los jueves en el diario Occidente.

El italiano accedió de inmediato y Magda apareció en el periódico con un comentario del picante Pardo Llada sobre su casual encuentro y su primera conversación con ella.

Bastó esa mirada para cambiar el rumbo de la vida de la joven. Fueron dos o tres apariciones en el periódico y Santiago de Cali hablaba ya de Magda Egas.

A las pocas semanas, socios de los encopetados clubes Campestre, Cauca, Colombia y San Fernando la buscaban para que fuera a desfilar para sus obras benéficas.

Comenzó así una carrera rutilante que la llevó a ser la figura de marcas como Pintuco -donde aparecía con brocha y overol—fue la modelo de gaseosas Colombiana, de persianas Flexalum, de cremas dentales como Pepsodent, Bálsamos Vela, donde relucía con su frondosa y rubia cabellera.

Las marcas querían que ella los representara.

Magda se convirtió en imagen de Pintuco y Pepsodent. Avisos de la época.

Ya no sólo la conocían en Santiago de Cali sino en toda Colombia. Aparecía en avisos de prensa, revistas y volantes, pero también en comerciales de televisión y de cine. Pero además de su belleza atrayente, conquistó con su forma de ser que le permitía saludar desde el más humilde hasta al presidente de una multinacional. Se adornaba también con una sonrisa franca y cinematográfica.

UN SUEÑO: CANTAR

–Pero además de encantar, también canta, le comentamos y ella se emociona de inmediato.

–Tuve una familia musical. En mi casa todos cantábamos. Nuestras tertulias giraban alrededor de las canciones. En el colegio me ganaba todos los concursos. Cuando estoy melancólica, levanto el ánimo al ritmo de baladas, salsa o ritmos musicales.

Cuando Magda Egas llegó a Bogotá años después de su triunfal desfile por la piscina del Hotel Aristi, encontró a las estrellas del momento: Harold Orozco, Óscar Golden, Álex González, Kenny Pacheco, Los Flippers, Cristhoper, Vicky y Lyda Zamora, entre otros. Eran figuras que recorrían el país llenando escenarios, coliseos y estadios.

Alfonso Lizarazo con su Estudio Quince la invitó a formar parte del ramillete de artistas.

“Harold era un genio, Óscar poseía un talento impresionante. A veces dejaba de cantar por meses y cuando reaparecía llegaba con un éxito inolvidable. Aún me resuenan sus canciones como “El cacique y la cautiva”, “Boca de chicle”, “Zapatos pom pom”. Lyda era una estrella inigualable. Con todos ellos pasé momentos inolvidables en conciertos que hicimos por Colombia”, dice.

Magda mantiene vivo su repertorio con temas como “Chico de mi barrio”, “La lluvia”, “No me quiero enamorar”, “Piel canela”, “Falsedad” y no puede faltar “El corazón es un gitano”.

Magda como cantante y luego recibiendo el Antena de la Consagración como presentadora de televisión.

EL ÉXITO ESTÁ EN LO QUE TÚ HABLES

–¿Recuerda su primer programa de televisión?

–Gloria Valencia de Castaño me invitó a su programa “Estudio Uno” de RTI, allí hice mi primera presentación como cantante, Harold Orozco me acompaño con la guitarra. Era un programa estelar. Fue mi iniciación y Gloria fue mi maestra, me enseñó cómo debía trabajar. Siempre guardaré un especial agradecimiento por todos sus consejos. Uno se debe a muchas personas que ven su trabajo y le creen.

La televisión de ese entonces no tenía entrevistas y me llama Alfonso Lizarazo para que le acompañara a realizar “Café Concierto”, lo comenzamos a presentar a las 6 de la tarde y como tuvo tanto éxito, lo pasaron al horario Triple A, a las 8 de la noche. Fueron 10 años de llevar a los artistas más representativos del momento. Entrevistamos a personalidades como Joan Manuel Serrat, Yaco Monti, Marisol, Nicola Di Bari… Por ese trabajo me gané el Premio Antena de la Consagración como mejor Presentadora.

Con Fernando González Pacheco y doña Gloria Valencia en Animalandia.

–Modelo, cantante, entrevistadora y el paso siguiente fue el de Presentadora…

–Cantar en coliseos, plazas, clubes y televisión me llevó a descubrir que en realidad a mí me gustaba era hablar. Un buen día, el presentador chileno Alejandro Michel Talento, me comentó: “El éxito está en lo que tú hables y tienes toda la disposición para ser presentadora”.

–También dirigió varias franjas en Caracol Televisión

–Claro. Aunque la televisión colombiana ya tenía 25 años, aún estaba innovando, creciendo. Dirigí la franja infantil y la femenina. Hice un programa que se llamaba “Amigos”, se les hablaba a los niños de valores humanos como responsabilidad, solidaridad, amistad. Ahora, de pronto, en un banco o en una reunión aparece un señor y me dice que se acuerda de muchas enseñanzas. “A mí me premiaron como el mejor compañero de curso por seguir ese programa”, me dicen.

En lo que se llamaba como la franja femenina se les enseñaba a las señoras cómo peinarse, como cocinar, incluso llevábamos odontólogos para enseñarles a las personas a tener conciencia del aseo de la boca, a instructores de gimnasia o a nutricionistas. Eso gustaba mucho. Era la sensación.

En el programa «Café Concierto» con Alfonso Lizarazo.

–¿Extraña esa televisión?

–La verdad, sí. Produce nostalgia recordar que se hacía en blanco y negro. Sólo había unos 3 estudios de televisión. Uno en la calle 24, otro en el CAN y uno más en la calle 19. Las cámaras eran grandísimas. Se hacía todo en directo, no había momento para la equivocación. Pero había unos coordinadores maravillosos con una mística en su trabajo que contribuían con los programas.

Además, fue una época con extraordinarios personajes como Gloria Valencia de Castaño, Fernando González-Pacheco, Saúl García, Carlos Pinzón, Otto Greiffestein, Juan Harvey Caycedo, Alberto Piedrahita Pacheco, Alfonso Lizarazo, Julio Sánchez Vanegas, Jorge Antonio Vega, Álvaro Ruiz, Hernán Castrillón, Eucario Bermúdez que hicieron grande la televisión colombiana. Fueron mis amigos y mis maestros.

Con los más grandes de la televisión recibiendo el Antena de la Consagración.

CON EL PROGRAMA DE MAYOR AUDIENCIA

–Usted mantuvo una audiencia semanal mundial con 300 millones de televidentes, cuando aún no había globalización y existía un solo satélite.

–Fue una fortuna y un honor representar a mi país en el programa de mayor audiencia. Se llamaba precisamente “300 millones” porque era la sumatoria de los habitantes con aparatos televisivos de Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Antillas, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Honduras, República Dominicana, Puerto Rico, México, Guinea Ecuatorial y a más de 170 canales de los Estados Unidos.

Los producía la Organización de Televisión Iberoamericana. Caracol hacía parte de la OTI y un día determinaron que sería su cuota para ir a ese programa.

Quien inició como presentador fue Alfonso Lizarazo, pero un año después me entregaron esa responsabilidad, tarea que cumplí durante siete años.

Para mi primer programa me preparé sobre la cumbia. Mi profesora fue Sonia Osorio, a quien no conocía, pero después fuimos amiguísimas. Ella me prestó un vestido y me enseñó unos pasos para bailar la cumbia. Los realizadores quedaron muy contentos con mi presentación. Fue muy emocionante.

–¿Cómo fue la despedida de ese programa?

–En Caracol le pidieron a Juan Harvey Caycedo que se despidiera, pero después, desde España, determinaron que yo lo hiciera y desde la Plaza de Bolívar dije adiós al programa y, claro, estaba emocionada y alegre por la satisfacción del deber cumplido por haber sido la imagen de Colombia ante 300 millones le dije adiós al programa con una lágrima fuera de cámaras.

–Siete años también como presidente de la Asociación Colombiana de Locutores.

–Durante años Pacheco y Juan Harvey se turnaban la presidencia. Gloria Valencia ya lo había sido y entonces un día dijeron, dejémosle a Magda esta responsabilidad y estuve allí colaborando y contribuyendo con la profesión.

En el Congreso de la República recibiendo una condecoración como presidente de la ACL

–¿Quitar la licencia de locutores fue una estocada para la ACL?

–No sólo para los locutores que nos vimos perjudicados totalmente. Las tarifas para el pago por nuestras voces las regía la ACL y había respeto, después las Agencias contrataban a cualquier persona. El entregar el micrófono a personas sin instrucción, dicción, vocalización y sin conocimientos fue un error.

Magda también fue la presentadora oficial de los eventos durante la presidencia de Belisario Betancur. “Allí comenzó a dársele importancia a la cultura”, recuerda.

Montó también su empresa de comunicaciones, dicta conferencias, es Coach, amiga del Círculo de Periodistas de Bogotá, (CPB), –“porque allí están muchos periodistas con quienes guardo amistad de años, porque luchan por la Libertad de prensa y de expresión y defienden su gremio” –, directora y propietaria de la revista Femme, conversadora y siempre risueña.

Su oficina y el estudio de su casa conservan todos los premios existentes como La Mejor presentadora de la televisión colombiana, desde musicales, entrevistas, magazines y noticieros.

–Como no descansa, ¿cuál es su nuevo proyecto?

–Jajaja, estuve de coproductora en Señal Colombia en el programa “Gente del común, fuera de lo común”, donde mostramos la realidad de la vida a través de características, habilidades, pasiones, rutinas y costumbres. Fue algo muy humano. Ahora siguen nuevos trabajos para las empresas y con las presentaciones oficiales de fin de año.

Con el equipo de producción del programa “Gente del común, fuera de lo común”, de Señal Colombia.

–¿En quién piensa todos los días?

–En el más grande, en Dios, porque es quien me ha dado todas las oportunidades para sobresalir, para ser feliz y para poder servir.

Se queda en silencio unos segundos, mientras cierra sus ojos y cuando está nostálgica le gusta cantar.

–Le puedo asegurar cuál es la canción que le canta a su nieta…

–¿Cuál?

Que se quede el infinito sin estrellas, O que pierda el ancho mar su inmensidad…

Y entonces con gran acento y voz en cuello, Magda, la triunfadora, continúa entonando con afinado acento.

Pero el negro de tus ojos que no muera

Y el canela de tu piel se quede igual

Si perdiera el arcoíris su belleza

Y las flores su perfume y su color

No sería tan inmensa mi tristeza

Como aquella de quedarme sin tu amor

En su oficina, minutos antes de cantar «Piel Canela».

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